SANGRE –
01/07/2024
Hoy se celebra
la fiesta de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Es una
devoción que impresiona profundamente.
Esa sangre que
salió de su cuerpo a través de la violencia deicida es una muestra de hasta
dónde puede llegar la maldad humana, una muestra del misterio de la iniquidad,
que es un memorial para comprender que es capaz de ir hasta el final y no
retrocede ante nada.
Por lo tanto,
delante del mal, todas las desconfianzas son necesarias. Es lo que significa el
precepto: “Vigilad y orad”. Es necesario tener desconfianza, porque el mal es
capaz de todo, de las peores infamias y cualquier cosa se puede esperar de él,
y contra él se pueden emplear todas las violencias preventivas según la Ley de
Dios y de los hombres. Todo lo que sea dormir respecto de él, todo optimismo
bobo, todo lo que sea dejar para más tarde su combate, todo eso es un verdadero
crimen, porque fue capaz de lo peor. El mal quiere todo tipo de mal y es capaz
de llegar hasta el fondo en la línea del mal. Esta consideración es muy
desagradable para la índole bonachona, azucarada, amiga de pactar, enemiga de
las divisiones. Pero debemos meditar hasta dónde va la Revolución. La
Revolución no retrocede ante nada.
Es importante
también notar la misericordia de Dios que quiso que esa sangre fuese derramada
con una abundancia inaudita. Aunque con una gota habría bastado, la dio toda
por el inmenso deseo de salvarnos,
no reservó nada, como se vio cuando Longinos le atravesó con la lanza.
Esa abundancia
de sangre, de sufrimiento, de entrega completa, recuerda unas palabras suyas:
“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Pero Él, en
cierto modo, hizo más, porque no solo dio su vida, sino que quiso sufrir hasta
ese grado para mostrar la amistad que tenía por nosotros. De ahí se deduce la
confianza en su misericordia ya que tanto nos quiso salvar. Por otro lado, se
ve el horror del destino eterno del condenado. Fue para evitarnos caer en la
profundidad del infierno.
El crucifijo de
la foto, más que el dolor físico, expresa el dolor moral. Él padeció un
sufrimiento mayor en el alma que en el cuerpo. A pesar de eso, su fisonomía es
de paz, misericordia, delicadeza de sentimientos. El furor no está presente,
pero la tristeza sí. Tiene una actitud superior a la majestad de cualquier rey.
La expresión es muy conmovedora, dando la impresión a quien la contempla, de
que entrará de un momento a otro en el campo de visión de esa mirada. También
da la impresión acentuada de desolación y desamparo. Como que coronando al
divino Crucificado el artista colocó un bonito topacio. Es el lenguaje mudo y
expresivo de las piedras preciosas. Si no estuviese ese topacio la imagen
perdería mucho. El topacio dorado parece afirmar que, por detrás del dolor y
más alto que el dolor, brilla la gloria.
Cualquier
consideración sobre la sangre de Cristo nos recuerda las lágrimas de María,
vertidas junto con la sangre de Cristo. Pero no quiso que Ella vertiese ni una
sola gota de sangre. Y habiendo permitido que se hiciese tanto contra Él, no
permitió que las potencias del mal tocasen ni siquiera con la punta del dedo a
su Madre Inmaculada. Ella vertió sus lágrimas, que son la sangre del alma, en
la que sufrió todo el dolor de la Pasión, haciéndose así Corredentora por
designio del propio Dios.