TORRES


TORRES – 11/09/2024

Ron Difrancesco, corredor de comercio canadiense, trabajaba en la planta 84 de la torre 2 del World Trade Center de Nueva York y el 11 de septiembre de 2001 había acudido a su puesto de trabajo como cualquier otro día. Vio una gran deflagración en la otra torre y observaron que de allí salían humo y papeles. No vieron el avión ni nada más. Solo el agujero en el edificio. Nadie entendía qué estaba pasando. Les dijeron que se trataba de un accidente en la torre 1, pero que la torre 2 estaba segura. Regresó a su mesa para volver al trabajo cuando recibió una perturbadora llamada desde Toronto de un amigo de la universidad que estaba viendo lo sucedido por televisión y empezó a gritarle: ¡sal de ahí! Agarró a un compañero y le dijo: vámonos de aquí. Entonces llegó el segundo impacto, esta vez en su edificio, empezaron a caer los paneles del techo. Tuvieron que bajar por las escaleras y la gente se desmayaba intentando encontrar una salida. Él también estaba a punto de desmayarse cuando oyó una voz que le llamaba y le decía “levántate y sigue por este camino” y es lo que hizo. Se acercó a las llamas y cogió una placa de cartón yeso para abrirse paso hacia abajo. Fue atravesando todas las plantas que estaban incendiadas. Lo hizo guiado por la voz clara y tranquila, que le decía por dónde tenía que ir. Siguió bajando en solitario camino de la salvación. Cuando llegó a la planta baja, en la entrada, quería salir corriendo, pero no les dejaron. Había gente que estaba saltando y escombros cayendo así que les llevaron por una zona subterránea hacia otra salida. Allí comenzó a derrumbarse el edificio. Giró a la derecha y vio una bola de fuego enorme que se acercaba a ellos. Es lo último que recuerda. Se despertó tres días después en el hospital. Aún tiene cicatrices en el rostro de las heridas que sufrió, incluso sus lentillas se le pegaron a los ojos por las altas temperaturas. El deseo de volver a ver a su mujer y a sus hijos fue un estímulo para luchar por la supervivencia. La voz que le guio cree que era de un ser superior. Decidió seguir las órdenes de esa voz. Así consiguió sobrevivir.  

El general Albert Stubblebine, con 32 años de servicio en el Ejército de Estados Unidos, cuando se enteró del ataque no podía creer que fuese verdad. Le parecía algo enormemente extraño. Descubrió que, en las fotos, el hoyo causado por el impacto contra el Pentágono en Washington no era compatible con la versión oficial de un avión, sino que parecía hecho por un misil. Sorprendentemente los sistemas de seguridad, precisamente ese día, estaban desactivados y en una cámara en funcionamiento se veía claramente que el objeto que impactó no era un avión, sino similar a un misil. Después de hacer público su descubrimiento esas imágenes fueron cambiadas. En cuanto al ataque en Nueva York, también precisamente ese día, todos los sistemas de defensa de esa parte del país estaban desactivados con el increíble pretexto de que se iba a realizar un ejercicio exactamente igual a lo que sucedió en la realidad. Todo esto le hace concluir que sin la participación de las autoridades de la Casa Blanca nunca pudo haberse realizado ese plan.