DESPLOMAMIENTO


DESPLOMAMIENTO – 29/06/2024

A las 3 en punto de la madrugada del 2 de febrero de 1634 la Madre Mariana de Jesús Torres, abadesa del convento Concepcionista Santa María del Buen Suceso, en la ciudad de Quito, vio la lámpara del Santísimo parpadear y apagarse dejando la iglesia en total oscuridad. En ese momento surgió una luz celestial en la que apareció la Reina del Cielo para anunciarle el significado de esa oscuridad: Vendrán tiempos funestos en el siglo XX, las herejías se propagarán. A medida que estas se extiendan y dominen, la preciosa luz de la fe se extinguirá en las almas por la casi total corrupción de las costumbres. Sucederán grandes calamidades. El espíritu de impureza saturará la atmósfera. Al igual que un océano sucio, correrá a través de las calles y plazas con una libertad asombrosa. No habrá casi almas vírgenes. Las sectas masónicas, después de haberse infiltrado en todas las clases sociales, sutilmente introducirán su enseñanza en los ambientes domésticos con el fin de corromper a los niños. El mal asaltará la inocencia infantil causando estragos en las almas. De esta manera, las vocaciones al sacerdocio se perderán. Se cometerán muchos y enormes sacrilegios profanando la sagrada Eucaristía que será tirada y pisoteada.

Los que deberían defender los derechos de la Iglesia sin temor servil ni respeto humano darán la mano a los enemigos para hacer lo que éstos quieran. Los sacerdotes perderán la brújula divina, apartándose del camino trazado por Dios para el ministerio sacerdotal, buscarán el bienestar y la riqueza, esforzándose por obtenerla indebidamente. La Iglesia sufrirá una noche oscura por la falta de un Prelado que vele por ellos, restaure el espíritu de sus sacerdotes y defienda los derechos de la Iglesia.

La laxitud y la negligencia de aquellos que poseen una gran riqueza con indiferencia verán a la Iglesia siendo oprimida, la virtud siendo perseguida, y el triunfo del diablo, sin emplear sus riquezas piadosamente para la destrucción de este mal y la restauración de la fe. También la indiferencia de la gente al permitir que el nombre de Dios se extinga progresivamente y la adhesión al espíritu del mal, entregándose libremente a los vicios y las pasiones. 

Sin embargo, siempre habrá algunas almas buenas como un escudo para desviar la ira divina. Las personas libres de esas herejías destinadas a la restauración tendrán una gran fuerza de voluntad, constancia, valor y mucha confianza en Dios. En ocasiones todo parecerá estar perdido. Habrá una guerra espantosa y parecerá triunfante la maldad, pero ese será el feliz principio de la restauración completa. De una manera asombrosa la Señora destronará al soberbio y maldito Satanás encadenándole en el abismo infernal. Quedando por fin la Iglesia libre de su cruel tiranía, la Revolución se desplomará de golpe. 

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