AZTECAS –
25/09/2024
Medio millar de
españoles lograron abrirse paso por un territorio ocupado por millones de
personas porque muchos pueblos estaban hartos del sangriento régimen azteca.
Cortés hizo una serie de alianzas con estos pueblos descontentos y encabezó la
rebelión para derrocar a ese totalitarismo salvaje.
La “cultura”
azteca era, según las evidencias históricas, una dictadura despiadada que se
valía de tribus sometidas para realizar sacrificios humanos durante la
temporada de festejos. Se calcula que miles de personas morían cada año para
alimentar estas ceremonias. Después de dichos rituales eran desmembrados,
cocinados e ingeridos por el pueblo.
Los
expedicionarios que atravesaron el Atlántico dejaron constancia de las
prácticas caníbales con las que se toparon desde el mismo momento en el que
desembarcaron en Tabasco allá por 1519. Desde Bernal Díaz del Castillo, hasta
el franciscano Bernardino de Sahagún lo contaron con detalles. Todos ellos
describieron el trayecto que hacía el cuerpo de las víctimas cuando eran
capturadas, sacrificadas y devoradas.
El ritual del
holocausto siempre era el mismo. En primer lugar, lo subían a lo alto de una
pirámide donde cuatro sacerdotes le sujetaban los brazos y las piernas. Después
un quinto verdugo abría el pecho del desdichado con un cuchillo de pedernal y
le arrancaba el corazón, que era ofrecido a los dioses y comido. Una vez
sacrificados al demonio, porque la Santa Iglesia siempre ha enseñado que detrás
de los falsos dioses está el demonio, los echaban rodando escalones abajo y al
llegar al suelo les cortaban la cabeza para espetarla en un palo y el cuerpo lo
llevaban a las casas donde era troceado para comerse los brazos, piernas, manos
y pies. Las espaldas solían echárselas a los perros.
En todas las
aldeas que tomaban los conquistadores había pequeños templetes con forma de
pirámide repletos de cráneos de los que allí habían sido asesinados.
No solo era
habitual el canibalismo, sino que encerraban en jaulas de madera a los que iban
a ser sacrificados y les cebaban hasta que estuviesen gordos antes de matarlos
para comérselos.
La antropóloga
australiana Inga Clendinnen asegura en sus trabajos que lamentar la
desaparición del Imperio azteca es como sentir pesar por la derrota nazi en la
Segunda Guerra Mundial.
Se comprende
que el gurú Bergoglio lamente la llegada del cristianismo a México, ya que
considera a todas las religiones caminos para llegar a Dios y a las tribus
indígenas el modelo ideal de sociedad.
Por cierto,
también los socialistas proponen el tribalismo autogestionario
como modelo anticapitalista. De ahí que hagan todo lo posible por inundar
Europa con poblaciones sin civilizar. Identifican la civilización con el
capitalismo y al socialismo con el tribalismo.
abc.es