MERCED –
24/09/2024
Hoy es la
fiesta de Nuestra Señora de la Merced, patrona de Barcelona. Esta advocación tiene su origen el 1 de
agosto de 1218 cuando la Señora se apareció simultáneamente a tres ilustres
personajes: al guerrero Pedro Nolasco, quien sería el fundador de la Orden de
la Merced, al rey Jaime I de Aragón “el conquistador”, reinante en aquel
momento, y a Raimundo de Peñafort, superior general de la Orden de los
Dominicos.
Después los
tres se encontraron en la Catedral de Barcelona y verificaron que habían tenido
la misma aparición: la Virgen María les pedía la fundación de una Orden
religiosa dedicada a la redención de los cautivos presos por los moros. Entonces, no dudaron más y resolvieron
fundar la Orden a la que dan el nombre de Orden Real, Militar y Religiosa de
Nuestra Señora de las Mercedes. El dibujo de Claudi Lorenzale representa la
triple aparición en una sola escena.
O sea, una
Orden para rescatar a los cristianos cautivos por los moros que tuvo más
caballeros que clérigos en su origen. Sus clérigos se dedicaban especialmente al oficio del coro en
los conventos mientras que los caballeros vigilaban las costas y se empeñaban
en la peligrosa misión de rescatar a los prisioneros en manos musulmanas.
Es un bonito
equilibrio de cosas, los clérigos dedicados a rezar por los caballeros. Era su
principal misión, rezar durante el oficio divino y los caballeros luchaban,
aprovechando así las oraciones y los méritos acumulados por los clérigos.
Resulta una idea muy simpática, admirable, una institución religiosa con una
rama puramente contemplativa para rezar y expiar por aquellos que se consagran
a la acción, dándole así una mayor fecundidad.
San Pedro
Nolasco, que fue el primer Gran Maestre de la Orden, era un guerrero laico y
cuando se encontraron sus preciosos restos, estaba en la sepultura armado con
su coraza y espada de combate, dispuesto de esa manera a comparecer al juicio
de Dios. Es una verdadera maravilla, es la idea del guerrero católico.
Los cristianos
hechos prisioneros por los moros eran reducidos a la condición de esclavos, y
naturalmente no había ningún socorro religioso. Se puede imaginar toda la
aflicción que esa situación debería acarrear. Dios se compadeció de aquellos
infelices, expuestos a perder la fe y sujetos a toda especie de malos tratos.
La Iglesia
instituyó la fiesta de la Virgen de la Merced por causa de esa aparición y
consecuente fundación religiosa.