SILENCIOSOS –
21/09/2024
Un gran
cansancio va apartando a un considerable sector de la vida política. En el
corazón de las sociedades contemporáneas, agitadas, ruidosas y caóticas, se va
formando una zona de desinterés. Una vasta zona que ya apartó de las urnas a
una importante masa de electores. Desinterés silencioso, que revela su fuerza
solamente por la omisión.
¿Cuál es la
causa de este fenómeno? Digamos antes de nada que no constituye un fenómeno de
una u otra nación. Esta zona apareció a la luz pública en las elecciones de los
últimos años por una notable abstención de los electores. Por eso, sería vano
procurar una explicación local. Sólo una causa universal podría engendrarlo.
Auscultando ese silencio apático, como se presenta en algunos países, y
tomándolo como muestra del silencio universal, se pueden alinear algunos
factores explicativos.
De entrada, un
inmenso cansancio. Continuamente el hombre recibe hoy novedades que lo
deslumbran o lo asustan, pero que en todo caso lo hacen vibrar. En todo
momento, también, se le mete por los oídos una música o un eslogan. A respecto
de cualquier cosa se enfrenta a una estadística o a un cuestionario, que le
revela la existencia de un problema nuevo, sobre el cual se le pide que opine.
A toda costa se le quiere obligar a participar de todo. El hombre moderno es
así solicitado para una vida colectiva intensísima. La excesiva agitación
produce en las profundidades de su alma una sensación de inadaptación, de
angustia y de vacío. Dócil, vibra con todas las noticias, oye todas las
músicas, ingiere todos los eslóganes, examina todas las estadísticas y se preocupa
con todos los problemas.
Es que, antes
de ser materia prima para la propaganda, sociológica o política, el hombre es
un ser racional y libre, que lleva en sí un mundo interior. Este mundo
interior, o lo cultiva con amor y cuidado, o se transformada en una jungla
interna, de la cual saltan los más inesperados fantasmas. Privado por la
excesiva participación de su centro de gravedad interior y personal, el hombre
entra en un desvarío. Para defenderse, se desinteresa de todo. Entra en el
silencio. Y se abstiene. Nadie los percibe, nadie los entiende, nadie los
representa.
Sólo el
bullicio tiene ciudadanía. Puestos al margen, ellos se callan. Hay en los
silenciosos una inmensa perplejidad. La farándula de las ideologías
enloquecidas, la danza endiablada de las contradicciones estruendosas, del
cinismo agresivo, de las indumentarias delirantes, todo esto suscita en
numerosas personas una pregunta que, porque no es “moderna”, pocos se atreven a
hacerla, pero que atormenta a muchos: ¿dónde iremos a parar, y a qué
cataclismos vamos siendo arrastrados?
El silencioso
representa lo que queda de sentido común en nuestra sociedad. El silencioso no
está sólo cansado. Está perplejo. Perdido. No está al margen de la vida, él
representa lo que queda de sentido común en la humanidad. Es la vida la que
está al margen del sentido común. Este es el significado más profundo del
marcado avance del silencio en Occidente.