DECORADOR


 

DECORADOR – 12/02/2025

San Benito Biscop, de noble familia cristiana, nació en Northumbria en el año 628, fue educado en la Corte del rey de Inglaterra. Formó parte del Ejército, distinguiéndose en el manejo de las armas. El rey Oswiu le escogió como ayudante oficial y en las campañas emprendidas por el monarca participó destacadamente. Aunque había recibido premios y pruebas de aprecio a causa de su valor en el combate y por su fidelidad al rey, pidió dispensa de su vida militar e ingresó en la Orden de San Benito. Después de una peregrinación a Roma, volvió a Inglaterra para dedicarse durante varios años al estudio y la oración.

Fundó numerosos monasterios reerguiendo el fervor en los que la fidelidad a la regla se había relajado. Fue gran auxiliar de San Teodoro y San Adriano en sus actividades apostólicas. Introdujo en el país los vitrales y pinturas en las iglesias, así como la música y el canto sacro. Hizo traer de Italia arquitectos y artistas para la construcción y ornamentación de los templos. A fin de regularizar las solemnidades religiosas escribió el libro titulado “De la celebración de las fiestas”. La acometida de una dolorosa parálisis puso a prueba rudamente su paciencia. Falleció el 12 de enero de 690.

Fijándonos en el período de su vida en que fue religioso es interesante notar su misión especial. Es decir que, por la época en que nació, pertenecía a la época en que los santos fundaban naciones. Esos santos fundadores de naciones fueron sucedidos por santos que organizaban naciones.

Evidentemente fue un santo que adornó la nación. Él inauguró las manifestaciones artísticas de la vida religiosa en Inglaterra, organizó las festividades religiosas, que eran las únicas fiestas que en ese tiempo se conocían y con eso introduciendo elementos de belleza dentro de la vida religiosa y que después se difundieron a la vida civil. Porque en todos los movimientos de la historia de la cristiandad las cosas comienzan en la esfera religiosa y a través de ella a la esfera civil. Y de esa manera él fue el decorador de su época.

Ese monje embellecedor sin embargo no lo fue de cosas emolientes, de adornos tontos, fútiles. Esos embellecimientos tenían dos grandes elementos de inspiración que todo verdadero adorno debe tener: sobre todo la meditación, la reflexión, la profundidad de un pensamiento, dando a la belleza una riqueza de contenido y una riqueza de expresión que no hace apenas de él algo agradable a los ojos y a los oídos, sino algo que hable al pensamiento.

Por otra parte, esas obras de arte tenían las reminiscencias del antiguo guerrero. Son las personas fuertes, que saben luchar, emprendedoras, que tienen iniciativa, las que presiden la aurora y la ascensión del arte. Los hombres flojos, de trapo, los que tienen horror a la lucha, esos son los que viven en la época de decadencia del arte y que producen esa decadencia artística. Los santos que meditan profundamente, contemplan profundamente y que saben ser guerreros, son los que están en el origen de todo brote artístico verdadero.