METAMORFOSIS –
14/01/2025
El proceso
revolucionario es el desarrollo, por etapas, de ciertas tendencias desordenadas
del hombre occidental y cristiano, y de los errores nacidos de ellas.
En cada etapa,
esas tendencias y errores tienen un aspecto propio.
La Revolución
va, pues, metamorfoseándose a lo largo de la Historia.
Esas
metamorfosis que se observan en las líneas generales de la Revolución se
repiten, en menor escala, en el interior de cada gran episodio de la misma.
Así, el
espíritu de la Revolución Francesa, en su primera fase, usó máscara y lenguaje
aristocrático y hasta eclesiástico. Frecuentó la Corte y se sentó a la mesa del
Consejo del Rey.
Después, se
volvió burgués y trabajó por la extinción incruenta de la monarquía y de la
nobleza, y por una velada y pacífica supresión de la Iglesia Católica.
En cuanto pudo,
se hizo jacobino y se embriagó de sangre en el Terror.
Pero los
excesos practicados por la facción jacobina despertaron reacciones. Volvió
atrás, recorriendo las mismas etapas. De jacobino se transformó en burgués en
el Directorio, con Napoleón extendió la mano a la Iglesia y abrió las puertas a
la nobleza exiliada, y, por fin, aplaudió el retorno de los Borbones.
Terminada la
revolución francesa, no concluye con ello el proceso revolucionario. He aquí
que vuelve a explotar con la caída de Carlos X y la ascensión de Luis Felipe, y
así, por sucesivas metamorfosis, aprovechando sus éxitos e inclusive sus
fracasos, llegó hasta el paroxismo de nuestros días.
La Revolución
usa, pues, sus metamorfosis no sólo para avanzar, sino para practicar los
retrocesos tácticos que tan frecuentemente le han sido necesarios. Un ejemplo
es la “perestroika”, la reestructuración de Gorbachov. Los ingenuos pensaron
que se trataba del fin del comunismo. Putin se ha encargado de desmentirlo. La
etapa de Ratzinger, alias Benedicto, en la usurpación del trono de San Pedro es
otro ejemplo de retroceso táctico en algunas apariencias superficiales. El
comunista Bergoglio, alias Francisco, se ha encargado de confirmarlo. En la
foto ambos camaradas con sus respectivos disfraces confraternizando.
A veces,
movimiento siempre vivo, ha simulado estar muerta. Y ésta es una de sus
metamorfosis más interesantes. En apariencia, la situación de un determinado
país se presenta completamente tranquila. La reacción contrarrevolucionaria se
distiende y adormece. Pero, en las profundidades de la vida religiosa,
cultural, social o económica, la fermentación revolucionaria va siempre ganando
terreno. Y, al cabo de ese aparente intersticio, explota una convulsión
inesperada, frecuentemente mayor que las anteriores.