AGENTES –
10/01/2025
La causa
profunda de la Revolución es una explosión de orgullo y sensualidad que
inspiró, no diríamos un sistema, sino toda una cadena de sistemas ideológicos.
De la amplia aceptación dada a éstos en el mundo entero, derivaron las tres
grandes revoluciones de la Historia de Occidente: el protestantismo, la
revolución francesa y el comunismo. Estas tres revoluciones son episodios de
una sola Revolución.
El orgullo
conduce al odio a toda superioridad, y, por tanto, a la afirmación de que la
desigualdad es en sí misma, en todos los planos, inclusive y principalmente en
los planos metafísico y religioso, un mal. Es el aspecto igualitario de la
Revolución.
La sensualidad,
de suyo, tiende a derribar todas las barreras. No acepta frenos y lleva a la
rebeldía contra toda autoridad y toda ley, sea divina o humana, eclesiástica o
civil. Es el aspecto liberal de la Revolución.
Pero no creemos
que el mero dinamismo de las pasiones y de los errores de los hombres pueda
conjugar medios tan diversos para la consecución de un único fin, es decir, la
victoria de la Revolución.
Producir un
proceso tan coherente, tan continuo, como el de la Revolución, a través de las
mil vicisitudes de siglos enteros, llenos de imprevistos de todo orden, nos
parece imposible sin la acción de generaciones sucesivas de conspiradores de
una inteligencia y un poder extraordinarios. Pensar que sin esto la Revolución
habría llegado al estado en que se encuentra, es lo mismo que admitir que
centenares de letras lanzadas por una ventana pudieran disponerse
espontáneamente en el suelo formando una obra cualquiera, por ejemplo, la “Oda
a Satanás” de Carducci, en la foto.
Las fuerzas
propulsoras de la Revolución han sido manipuladas hasta aquí por agentes
sagacísimos, que se han servido de ellas como medios para realizar el proceso
revolucionario.
De modo
general, pueden calificarse de agentes de la Revolución todas las sectas, de
cualquier naturaleza, engendradas por ella, desde su nacimiento hasta nuestros
días, para la difusión del pensamiento o la articulación de las tramas
revolucionarias. Sin embargo, la secta maestra, alrededor de la cual todas se
articulan como simples fuerzas auxiliares, a veces conscientemente y otras
veces no, es la Masonería, según claramente se desprende de los documentos
pontificios, y especialmente de la Encíclica Humanum Genus de León XIII en
1884.
El éxito que
hasta aquí han alcanzado esos conspiradores, y particularmente la Masonería, se
debe no sólo al hecho de que poseen una indiscutible capacidad para articularse
y conspirar, sino también a su lúcido conocimiento de lo que es la esencia
profunda de la Revolución, y de cómo utilizar las leyes naturales, hablamos de
las de la política, de la sociología, de la psicología, del arte, de la
economía, etcétera, para hacer progresar la realización de sus planes.
En este sentido
los agentes del caos y de la subversión hacen como el científico, que en vez de
actuar por sí solo, estudia y pone en acción las fuerzas, mil veces más
poderosas, de la naturaleza.
Es lo que,
además de explicar en gran parte el éxito de la Revolución, constituye una
importante indicación para los soldados de la Contrarrevolución.