CARACTERES
– 09/01/2025
Por
más profundos que sean los factores de diversificación de la Revolución en los
diferentes países, conserva siempre cinco caracteres capitales.
1
– Es universal. No existe hoy pueblo que no esté alcanzado por ella, en mayor o
en menor grado.
2
– Es una. Es decir, no se trata de un conjunto de crisis que se desarrollan
paralela y autónomamente en cada país, ligadas entre sí por algunas analogías
más o menos relevantes.
Cuando
ocurre un incendio en un bosque, no es posible considerar el fenómeno como si
fuesen mil incendios autónomos y paralelos, de mil árboles vecinos unos de
otros. La unidad del fenómeno “combustión”, ejerciéndose sobre la unidad viva
que es el bosque, y la circunstancia de que la gran fuerza de expansión de las
llamas resulta de un calor en el cual se funden y se multiplican las
incontables llamas de los diversos árboles, todo, en fin, contribuye para que
el incendio de la floresta sea un hecho único, que engloba en una realidad
total los mil incendios parciales, por más diferentes que sean cada uno de
éstos en sus accidentes.
La
Cristiandad occidental constituyó un solo todo, que trascendía a los diversos
países cristianos, sin absorberlos. En esa unidad viva se operó una crisis que
acabó por alcanzarla por entero, por el calor sumado y, más aún, fundido, de
las cada vez más numerosas crisis locales que desde hace siglos se vienen
interpenetrando y entreayudando ininterrumpidamente. En consecuencia, hace
mucho que la Cristiandad, en cuanto familia de Estados oficialmente católicos,
dejó de existir. De ella restan como vestigios los pueblos occidentales y
cristianos. Y todos se encuentran actualmente en agonía bajo la acción de este
mismo mal.
3
– Es total. Considerada en un determinado país, esa crisis se desarrolla en una
zona de problemas tan profunda, que se prolonga o se desdobla, por el propio
orden de las cosas, en todas las potencias del alma, en todos los campos de la
cultura, en fin, en todos los dominios de la acción del hombre.
4
– Es dominante. Encarados superficialmente, los acontecimientos de nuestros
días parecen una maraña caótica e inextricable, y de hecho los son desde muchos
puntos de vista. Entretanto, es posible discernir resultantes, profundamente
coherentes y vigorosas, de la conjunción de tantas fuerzas desvariadas, siempre
que éstas sean consideradas desde el ángulo de la gran crisis de que tratamos.
En efecto, al impulso de esas fuerzas en delirio, las naciones occidentales van
siendo gradualmente impelidas hacia un estado de cosas que se va delineando
igual en todas ellas, y diametralmente opuesto a la civilización cristiana. De
donde se ve que esa crisis es como una reina a la que todas las fuerzas del
caos sirven como instrumentos eficientes y dóciles.
5
– Es procesiva. Esa crisis no es un hecho espectacular y aislado, sino que al
contrario constituye un proceso ya cinco veces secular, un prolongado sistema
de causas y efectos que, habiendo nacido en determinado momento, con gran
intensidad, en las zonas más profundas del alma y de la cultura del hombre
occidental, viene produciendo, desde el siglo XV hasta nuestros días, sucesivas
convulsiones.