REVOLUCIÓN –
02/01/2025
Como decía el
Papa Pío XII a los jóvenes italianos, es necesario evidenciar el combate a
muerte que se ha entablado contra los católicos verdaderos en todos los
lugares, reconocer al enemigo, comprender la estrategia y la táctica de este
combate, examinar claramente su lógica, su psicología y su dinámica, para que
podamos comprender de manera segura cada una de las luchas de esta guerra y
organizar y dirigir con toda seguridad la guerra contraria.
El enemigo
implacable de la sociedad católica continúa desde hace ya seis siglos en una
lucha mortal y en una marcha hacia delante lenta y sistemática, ha derribado y
destruido casi todo el orden católico, es decir la ciudad de Dios, y se
esfuerza en edificar en su lugar la ciudad del hombre.
Su nombre es
“Revolución”. El protestantismo, la revolución francesa y el comunismo son
episodios de una sola Revolución. ¿Qué
es lo que quiere? Construir todo el orden de la vida humana, la sociedad y la
humanidad sin Dios, sin Iglesia, sin Cristo, sin la Revelación, sobre la sola
razón humana, sobre la sensualidad, la codicia y el orgullo. Para eso era
necesario reemplazar a la Iglesia por la antiglesia como sucedió en 1958.
La mayor fuerza
de la Revolución nace de la utilización inteligente de las pasiones humanas. El
comunismo creó la ciencia de la Revolución, y sus armas principales están en
las pasiones humanas desenfrenadas metódicamente excitadas.
La Revolución
emplea dos vicios como fuerzas destructoras de la sociedad católica y
constructora de la sociedad atea: la sensualidad y el orgullo. Estas pasiones
desordenadas y violentas son dirigidas de manera científica hacia un fin
preciso y se someten ellas mismas a la disciplina férrea de sus jefes.
Este enemigo
despliega en nuestros días una gran actividad, porque está seguro de su
victoria en los años venideros. Y, sin embargo, muchos católicos rechazan con
desprecio estas consideraciones como sueños originados por una mala
imaginación. Así ellos obran como los habitantes de Constantinopla durante los
años que precedieron al desastre: ciegos, no quisieron ver el peligro.
Después de dos
siglos, vemos realizado lo que el Papa Clemente XII señalaba como programa de
la secta francmasónica. Algunas cosas en este programa faltan todavía. En
nuestros días son promovidas con gran inteligencia, perversidad, energía y
lógica, y llegan a gran velocidad.
Ellos aceptan
la tiranía totalitaria, toleran la pobreza con el fin de que sea edificado el
orden del Anticristo. Un gobierno central enérgico dirige todo el proceso: es
una central humana que es el instrumento del mismo Satán.
El comunismo es
otro enemigo de los católicos. La secta masónica reúne a los “burgueses”, el
comunismo a los “proletarios”. El fin de los dos es el mismo: la sociedad
socialista, racionalista, sin Dios y sin Cristo. Los dos tienen la misma
cabeza: el judaísmo.