MEDIANERA –
08/11/2024
Es necesario
destacar que la devoción a Nuestra Señora, considerada especialmente como Reina
del Universo, Madre de Dios y de los hombres, Corredentora, Medianera y Abogada
tiene un papel absolutamente central. Es a través de esta devoción que el
creyente puede alcanzar la sabiduría y el amor a la cruz, pues la Señora de
todos los Pueblos es el medio por el cual Jesucristo vino a nosotros, y por el
cual podemos ir a Él. Cuanto más unidos a María, tanto más unidos estaremos a
Jesús. Es en las almas marianas, intensamente, ardientemente, filialmente
marianas, donde el Espíritu Santo forma a Jesús. Sin Ella, los mayores
esfuerzos para la santificación redundan en desastres. Con Ella, lo que parece
inaccesible a nuestra debilidad se vuelve accesible, los caminos como que se
franquean, las puertas se abren, y nuestras fuerzas, extraídas del canal de las
gracias, se multiplican. Lo importante, por tanto, es ser verdadero devoto de
María.
Pero esta
devoción tiene falsificaciones. San Luis Grignion nos muestra cuáles son y nos
previene contra los minimalistas, sobre todo contra los que se contentan con
una devoción vana, hecha de meras fórmulas y actos de piedad externos. La
devoción perfecta él enseña que consiste en ser esclavos de María, dándole
todos nuestros bienes espirituales y temporales, haciendo todo por Ella, con
Ella y en Ella.
El santo de
Montfort fue un gran perseguido. Prelados, príncipes de la Iglesia y el propio
Gobierno, lo combatieron. Solo el Papa y unos pocos obispos franceses le
apoyaron. Donde su predicación se ejerció libremente perduró a través de
generaciones conservándolas profundamente fieles. Cuando, durante la
Revolución, la civilización cristiana necesitó héroes para defenderla en las
tierras de Francia, estos surgieron más o menos por todo el reino
cristianísimo, pero en esa región todo el pueblo tomó las armas, en una
reacción masiva, compacta, impetuosa e indomable. Los chouans, cuya memoria
ningún católico puede evocar sin la más profunda y religiosa emoción, eran los
nietos de aquellos campesinos que San Luis María había formado en la devoción a
María. Donde él predicó y fue escuchado, no hubo Revolución impía y sacrílega,
al contrario, hubo Cruzada y Contrarrevolución.
La importancia
de los movimientos de Paray le Monial y la Vandée en el siglo XVII no se limitó
a esa época. Los hijos de la Iglesia, en este trágico siglo XXI, podemos y
debemos ver ambos movimientos en una sola perspectiva, y así unidos, hacer de
ellos nuestro tesoro espiritual. La devoción al Corazón de Jesús es la manifestación más rica,
más extrema y más delicada del amor que nuestro Redentor nos tiene. El camino
para llegar al Corazón de Jesús es la Medianera de todas las gracias. Y así se
llega al Corazón de Jesús a través del Corazón de María. Esta última devoción,
que San Antonio Claret puso tan de relieve, es el punto de unión entre ambos
mensajes.
Si esos
movimientos hubieran triunfado en los siglos XVII y XVIII en lugar de la
Revolución, con sus execrables secuelas que nos arrastraron al torbellino
actual, tendríamos el reino de justicia y paz. Sí, la paz de Cristo en el Reino
de Cristo, del que nos distanciamos cada vez más.