CALAMIDAD

 

CALAMIDAD – 06/11/2024

En las crónicas de lo ocurrido estos días en Valencia con las lluvias torrenciales se echa en falta la señalización de un factor decisivo: el castigo divino.

Precisamente fue en la provincia de Valencia donde más estampas de la Señora de todos los Pueblos se difundieron en medio de la indiferencia general. Cabe recordar que es un pedido de Ella que se difunda su estampa a todo el mundo con su imagen y la breve oración dictada a Ida Peerdeman en la cual se pide expresamente para que los pueblos sean preservados de las calamidades.

Resulta que como Dios no es indiferente a la indiferencia de la gente se comprende que haya mandado una señal de lo que puede suceder si no se atiende su pedido, no apenas de la difusión de la estampa, sino de que se rece diariamente.

Cuando hablamos de lo que puede suceder nos referimos entre otras cosas al manuscrito de la Hermana Lucía de Fátima donde cuenta como alrededor de las 4 de la mañana del día 3 de enero de 1944, estando en la capilla del convento, rezando y meditando delante del tabernáculo sobre el mensaje de Fátima, sintió una mano amiga, cariñosa y maternal tocarle en el hombro y al levantar la mirada vio a la querida Madre del Cielo. Entonces sintió su espíritu inundado por un misterio de luz que es Dios y en Él vio y oyó la punta de una lanza como una llama que se desprende tocando el eje de la Tierra, estremeciéndola y provocando que montañas, ciudades, pueblos y aldeas con sus habitantes fuesen sepultados. El mar, los ríos y las nubes salir de sus límites, desbordándose, inundando y arrastrando consigo en un remolino innumerables casas y personas. Es la purificación del mundo por el pecado en el cual está inmerso.

Esa impresionante visión coincide con la de Lucelly, abogada colombiana nacida en una piadosa familia católica, que está convencida de que fue preparada desde niña para comunicar al mundo una gran profecía. Desde pequeña tiene sueños y premoniciones sobre hechos que luego se cumplen tal como ella los había conocido. Con el tiempo entendió que se trataba del don de profecía. En 1985, cuando el deshielo del volcán Nevado del Ruiz sepulto completamente la población de Armero, comentó a sus conocidos que algo terrible estaba pasando antes de que llegase la noticia. Hubo unas 24.000 víctimas mortales. En 1998 anunció con dos meses de antelación el terremoto del Quindío donde fallecieron más de 1.100 personas.  En 2001, tres meses antes del atentado en las Torres Gemelas, profetiza que “van a poner dos bombas en el aire en la ciudad de Nueva York a principios de septiembre”. El 25 de noviembre de 2004 anuncia con un mes de antelación el terremoto de Indonesia en el que se perdieron más de 260.000 vidas, y precisamente ese mismo día, el 26 de diciembre de 2004, recibe el gran mensaje: el vuelco de la Tierra 180 grados, el cual dice que está próximo. Esa profecía está en la Sagrada Biblia: “Haré temblar los cielos y moverse la Tierra de su sitio, por el furor del Señor del universo, el día del incendio de su ira”. (Isaías 13, 13)

También en 2007 avisa dos meses de antes del terremoto en China que causó 70.000 muertos, 17.000 desaparecidos y 374.000 heridos.