SALETTE –
19/09/2024
En 1846 Nuestra
Señora se apareció cerca del poblado francés de La Salette a dos pequeños
pastores, Melania y Maximino. La bella dama, como la llamaban los niños,
anunció que la Iglesia sería eclipsada mostrando una actitud de profunda
tristeza, pidiendo oraciones y penitencia para evitar que el brazo de su Hijo
cayera sobre la humanidad pecadora.
Ambos tuvieron
que sufrir indecibles persecuciones por parte del clero, proporcionales a las
serias denuncias que transmitieron contra los responsables de la situación en
la Iglesia: “Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del anticristo”.
Profecía ya cumplida en la actualidad.
He aquí algunos
de los castigos que sucedieron. El obispo Genouilhac murió loco jugando con
muñecas de niñas. Su sucesor, monseñor Fava, aparentó atender los mensajes,
pero los torció y falseó según su fantasía, entorpeciendo que llegaran al
mundo. Lo encontraron muerto en el suelo de su dormitorio con el cuerpo
enormemente convulsionado. En su funeral el féretro cayó del catafalco
estrepitosamente de forma misteriosa causando terror en los asistentes. Cuando
el arzobispo de París, monseñor Darbois, se burlaba de Melania ella le predijo
que dentro de poco sería fusilado. Efectivamente, tres semanas más tarde caía
bajo una granizada de balas durante la guerra franco prusiana.
Por tanto, Ella
adopta una posición muy similar a la de los contrarrevolucionarios. Nuestro
papel es difícil, porque siempre es difícil prever y anunciar castigos a una
humanidad que sólo piensa en disfrutar de la vida. No es de extrañar que muy
pocas personas estén dispuestas a creer y seguir nuestras perspectivas
políticas y religiosas sobre los acontecimientos, lo que demuestra una victoria
cada vez mayor de la Revolución. No quieren escuchar nada sobre el gran castigo
que Dios tiene preparado. Igual que la propia Virgen trajo un importante
mensaje y no fue aceptado, no sorprende que nuestras advertencias tampoco sean
bien recibidas.
Esto es
característico de todas las épocas que toman un camino equivocado. Cuando la
gente oye a alguien hablar de que se han extraviado, no escuchan. Por esta
razón vienen los grandes castigos. Si la gente escuchara, se convertirían y se
evitaría el castigo. Precisamente porque sus almas no son receptivas al
mensaje, la catástrofe se vuelve inevitable. El hecho de que no crean en los
mensajes de la Señora de todos los Pueblos es la prueba de que esos castigos
vendrán. Ya comenzaron a venir. La guerra franco prusiana de 1870 fue el
prenuncio de la guerra de 1914, porque era la rivalidad franco alemana que iba
a llegar a su apogeo y la Segunda Guerra Mundial tuvo la plenitud que todos
conocen. El eclipse de la Iglesia desde 1958 es un castigo de proporciones
bíblicas. Ahora todo indica que, con la invasión rusa de Ucrania, la
consecuente guerra contra Israel y la invasión islamista de Europa ya estamos
presenciando los primeros episodios de la Tercera Guerra Mundial.