MARÍA –
12/09/2024
Hacía años que
los islamistas se armaban para asaltar Europa. Así, con un impresionante
ejército de unos 300.000 hombres los turcos atravesaron Hungría dirigiéndose a
Viena. La situación era alarmante, pues si dominasen Austria estaría amenazada
toda la Cristiandad. Se podría decir que la independencia de Alemania estaba en
los muros de Viena. Entonces el Papa Inocencio XI apeló al rey de Polonia Juan
Sobieski, en el cuadro, que atendió el pungente pedido. Además, si Viena
cayese, Polonia sería presa fácil para el islam.
La fiesta del
Dulce Nombre de María fue establecida por el Papa en acción de gracias por la
victoria de la ciudad y las huestes cristianas contra los turcos en el cerco de
Viena el 12 de septiembre de 1683. Ya la había intentado conquistar Solimán en
1529 habiendo también fracasado. Y en Lepanto fueron igualmente derrotados
gracias a la ayuda de Ella. Estas históricas derrotas no les han hecho desistir
de su diabólico deseo de conquistar Europa para el islam, pero sí de cambiar la
estrategia: ahora la invasión viene disfrazada de emigración.
Los antiguos
consideraban el nombre como una especie de símbolo de la persona, de ahí que
durante mucho tiempo se haya desarrollado el uso de las iniciales, que es de
algún modo el símbolo del nombre. Entonces, el nombre es el símbolo de la
realidad psicológica, moral, espiritual, más profunda que está en la persona.
Y, por causa de eso, el Dulce Nombre de María, como el Santísimo Nombre de
Jesús, debe ser considerado nombre simbólico de la virtud excelsa de la
Santísima Virgen, simbólico de su misión, de aquello que verdaderamente es. Es
la afirmación de esta gloria interior, de estos predicados interiores. Y, por
causa de eso, el nombre de María sería la manifestación, simbólica por
supuesto, de todo cuanto existe de excelso en la Señora de todos los Pueblos.
Al festejar este nombre, festejamos la gloria que la Santísima Virgen tuvo,
tiene y tendrá en el Cielo, en la Tierra y en todo el universo.
En Ámsterdam
Ella explicó la frase “que un día era María” de la oración que dictó, diciendo
que María era su nombre antes de la muerte de Cristo, pero a partir de entonces
pasó a ser la Señora de todos los Pueblos, al serle entregados por Él mismo
desde lo alto de la Cruz con las palabras “Madre, he ahí a tu hijo” y al
Apóstol San Juan “hijo, he ahí a tu Madre”.
“¡Corazón de
María, esperanza mía!” Era el lema del célebre rey Sobieski, que en los trances
difíciles de su vida y de su reinado, iba a recibir en el Corazón Inmaculado de
María aliento y valor.
¡Corazón de
María, nuestra esperanza! es el grito de guerra con que de un rincón al otro de
la Tierra tenemos que convocar a todas las almas de buena voluntad para que, en
una cruzada invencible, bajo la égida de la Reina de los Cielos, marchar a la
ruda tarea de liberar al fin la pobre humanidad de los terribles cercos de
hierro con que la perversidad y la insensatez intentan aniquilarla.
¡Es por medio
de María que haremos triunfar el Corazón de Jesús!