PREVISIONES –
01/01/2025
En tiempos de
Noé la humanidad se volvió tan extremamente pecadora que atrajo sobre sí la
cólera de Dios y resolvió castigarla.
Ahora, nosotros
estamos exactamente en una época así, en la cual según las profecías hechas por
la Señora de todos los Pueblos está prevista la cólera de Dios sobre la
humanidad que no se convierte, que está en un estado de pecado mucho mayor que
en tiempos del Diluvio, teniendo en cuenta que la Redención fue después.
Dios le dijo:
Yo los exterminaré, construye un arca con tablas de madera. Voy derramar las
aguas de un diluvio, pero contigo estableceré mi alianza. Entra en el arca con
toda tu casa, porque te reconocí justo ante mí en medio de esta generación.
Toma siete parejas de cada animal porque haré llover durante cuarenta días.
Todos se reían
de Noé, cuando estaba construyendo el arca a la espera de un gran castigo.
Tardó 100 años en completar su trabajo y luego llegó el Diluvio.
A veces, Noé
pudo haber tenido la tentación de pensar que estaba equivocado y que la gente
que se reía de él tenía razón. Pero él no cejó en su empeño. Permaneció fiel al
mensaje que recibió de Dios y continuó preparándose para el castigo.
Noé hizo todo
lo que el Señor le había ordenado, entrando en el arca con su familia y cayeron
sobre la Tierra las aguas del Diluvio durante cuarenta días y cuarenta noches.
Las aguas crecieron elevando el arca muy por encima de la tierra. Inundaron
todo violentamente cubriendo toda la tierra. Y fueron exterminados todos los
seres vivos.
Algo que la
Historia registra y que la Teología de la Historia indica como cierto es que
las grandes catástrofes de los pueblos son castigos. Este es un principio
incuestionable de la Teología de la Historia. Cuando un pueblo sufre una gran
calamidad, esto es un castigo.
Ahora, la
Historia nos muestra que las grandes catástrofes pasan mucho tiempo suspendidas
sobre los pueblos que serán castigados. Esa es la regla general de los grandes
desastres. Desde el Diluvio, pasando por la caída de Jerusalén, el Imperio de
Occidente, el Imperio de Oriente, el protestantismo, la revolución francesa, la
revolución comunista en Rusia, etc. son siempre tempestades que quedan mucho
tiempo suspendidas sobre un pueblo sin que se entienda por qué no revientan,
pero al final acaban reventando.
Más aún. En
general, cuanto mayor es el tiempo de esa espera, tanto más terrible es el
castigo. De manera que de esta demora no se deduce que no vendrá, sino por el
contrario, que será terrible. Esta es la regla general de la Historia. Simple,
fácil de entender.
Nuestro Señor
predijo que el Templo de Jerusalén sería destruido. Cuando murió, un terremoto
sacudió sus cimientos y el velo del Templo se rasgó por la mitad. Algunas
paredes se resquebrajaron, pero el Templo permaneció en pie. Pasaron décadas y
la profecía no se cumplía.
En algunas
ocasiones los fieles de Jerusalén pensaron que las señales del castigo ya se
estaban produciendo y huyeron a las montañas, tal como el Señor les había
aconsejado que hicieran. Sin embargo, no pasó nada y volvieron a sus vidas
normales, tal vez un poco decepcionados.
Luego, 40 años
después de la muerte de Nuestro Señor, y aparentemente por casualidad, un
soldado del ejército de Tito arrojó una antorcha al interior del Templo por un
ventanal. Comenzó un pavoroso incendio que se extendió rápidamente, envolviendo
todos los edificios. Entonces, verdaderamente, ninguna piedra permaneció sobre
otra piedra según Él había predicho. El Templo nunca volvió a ser reconstruido.