HORIZONTE


HORIZONTE – 28/11/2024

A lo largo del siglo XIX y gran parte del XX, la política interesó a todos, para saber cómo funciona el espíritu de los demás, no como individuos, sino como colectivo. Fue el período de las reformas políticas. Desde mediados del siglo XX, el hombre se despolitiza, la sociología pierde interés y el gran problema para él se convierte en la psicología, la preocupación por sí mismo pasa a ser la nota dominante. Pasó a interesarse por el problema de su propio naufragio, más que por cualquier otra cosa.

La comparación clásica es la del naufragio de una carabela, cuyas partes de madera quedan flotando en el mar, y un hombre que se aferra a uno de esos pecios para no ahogarse. Luego, respira un poco y piensa: “Estoy protegido en este momento, pero yo y este tablón, ¿hacia dónde vamos? Tendré sed, hambre, cansancio, el sol me tostará, la noche me congelará. Conseguí sobrevivir un poco más, pero ¿a dónde voy a parar?”.

Si alguien se acercase en una lancha al náufrago, podría decirle: “Hablemos de un tema que le involucra por todas partes: la oceanografía. Usted está en tal latitud, en tal longitud, y la composición química de las aguas en esta zona es tal o cual”. El náufrago replicaría: “¿No se da cuenta de que tengo hambre, sed y cansancio? ¡La composición química de las aguas, me saca de quicio! Lo que quiero es subir a su lancha, ¡quiero comer! ¿Tiene comida, tiene agua?”. Esta sería la reacción natural y muy explicable.

Así también podría reaccionar el hombre contemporáneo frente a la crisis de nuestro siglo. El hombre está hipnotizado por los problemas personales, por lo que está muy volcado hacia la psicología.

La apetencia por los problemas psicológicos, debido al naufragio del hombre contemporáneo, viene de una época anterior, que fue la era de la sociología, y también de la política. Esta apetencia desemboca en un momento en el que las fuerzas que promueven la Revolución tienen ya toda una diversidad de errores y descubrimientos que ofrecer a los hombres como la cibernética, novedades en la biología, transpsicología, etc. y hacen que se habitúen a tales innovaciones.

Esas fuerzas conducen a una apetencia por disciplinas engañosas. Cuando la apetencia subconsciente estalla, las fuerzas del mal actúan para que el público termine aceptando aquello a que lo indujeron. Y de repente, con una gran transformación del hombre, nos encontramos dentro del campo de la psicología.

Por tanto, tenemos dos maneras de considerar los acontecimientos. Una es eminentemente sociopolítica, como en el pasado, y consiste en querer saber cómo anda el mundo. La otra manera es conocer los efectos psicológicos de los hechos. Una forma no excluye a la otra, no hay contradicción entre ellas. Ambas deben tratar de ver en los acontecimientos, el enfrentamiento, la manifestación de mentalidades y espíritus, en la lucha entre la Revolución y la Contrarrevolución.

Para esto, es necesario tener un alma lo suficientemente grande como para incluir en un mismo horizonte lo que preocupaba a los hombres en el pasado, tanto en la era de la política como en la era de la sociología, con lo que preocupa a los hombres de hoy. Así se abarca las interrelaciones entre las cosas como un todo, porque ellas deben reflejar a Nuestro Señor Jesucristo y dar gloria a Dios.