Hoy hace dos años fallecía en
circunstancias muy sospechosas el hijo primogénito del rey Juan Carlos I de
España cuando se disponía a contar su caso por televisión.
“El Monarca de La Bisbal” es el título
de su libro autobiográfico.
Su madre biológica, la aristócrata
catalana Anna María Bach Ramon, con quien Juan Carlos de Borbón tuvo un romance
y tras el parto el 16 de agosto de 1956 unas enfermeras le quitaron al niño
diciéndole que había nacido enfermo y que iba a morir. Así
fue alejado de su madre biológica y lo llevaron a la Casa de Maternidad
barcelonesa donde ingresó como un “hijo expósito de padres desconocidos”,
aunque en el registro civil fue inscrito como Alberto
Fernando Augusto Bach Ramón. Poco después fue trasladado a la isla de Ibiza y
entregado a una familia para que lo criaran en una finca durante cinco años.
Eulalia Marí, cuya madre cuidó allí del niño, dijo que a su familia le pagaban
casi el doble de lo que era costumbre en esos casos.
En 1961 le llevaron de vuelta a
Barcelona donde sus primeros recuerdos son de haber vivido en una gran mansión
con jardín y muros altos. Una maestra acudía durante el día para instruirle.
También le visitaba una mujer mayor, que podría ser su abuela, y le regalaba
juguetes.
Con ocho años de edad, fue dado en
adopción a una familia humilde de un pueblo de la provincia de Gerona llamado
Sant Climent de Peralta. Los padres adoptivos cuidaban una masía propiedad del
oftalmólogo Jaime Vilahur. Desde entonces pasó a llamarse Albert Solá Jiménez.
A los 26 años acudió a la Maternidad de
Barcelona en la que había estado tras su nacimiento como hijo de padres
desconocidos y el director reconoció que habían recibido órdenes desde altas
instancias sobre él, confirmándole que era un Bach Ramon. “Esta
ha sido la adopción más compleja de este centro”, comentó.
Viviendo en México en los años 90 el
canciller de la embajada le contó que en el mundillo diplomático se rumoreaba
que él era pariente de un miembro de la Casa Real.
Al final optó por recurrir a la justicia
y su petición fue admitida el 3 de julio de 2001. El juez pidió conocerlo en
persona y en la reunión, acompañado de su abogada, el procurador y la fiscal,
el magistrado declaró: “Señores, ya saben quién es el padre del señor Albert
Solá Jiménez: Es don Juan Carlos de Borbón y Borbón, rey de España”. El juez le
entregó un sobre con 98 documentos y le advirtió de que todo lo que había dicho
era extraoficial.
Miembros del Centro Nacional de
Inteligencia le pidieron renunciar a la Corona y
tras hacerlo le confirmaron el asunto de su paternidad comparando su ADN con el
del rey Juan Carlos. Le llamaron del laboratorio informándole que había una
coincidencia del 99,9% en el ADN de ambas muestras.
Se ganaba la vida de camarero en un bar
del pueblo de La Bisbal. Gozaba del respeto y cariño de los vecinos que le
conocen por su apodo, el Monarca, de ahí el título del libro.
Otro caso de paternidad no reconocida
por el sucesor del general Franco es el de Ingrid Sartiau, pero el del
primogénito es un clamoroso ejemplo de la farsa que suponen las versiones
oficiales que cuentan para enmascarar las tramas de la Revolución. Trataban de
hacer creer que Juan Carlos era un caballero irreprochable a fin de que pudiese
llevar a cabo su traición a España.
nytimes.com