SERENIDAD –
13/11/2025
No encontrando
una definición de la palabra serenidad completamente satisfactoria no vamos a
dar una definición sino a hacer una descripción. Una imagen muy adecuada de esa
cualidad es la del león. Cuando ruge, hasta las águilas y las hormigas huyen,
las serpientes se encogen y él domina la naturaleza. Pero después de rugir lo
necesario, se tumba, cruza las patas y se queda mirando. Es interesante su
descanso con las patas cruzadas una sobre la otra. En las fotografías de un
león descansando, se puede percibir que se entretiene y se distrae
agradablemente. Lo curioso es que, siendo el león un animal, no tiene
pensamiento, pero su aspecto cuando reposa es como si estuviese pensando, como
el hombre cuando descansa.
¿En qué piensa
el hombre cuando descansa? No piensa en cosas fatigantes. Diversos aspectos de
la vida pasan ante él, mira y reflexiona un poco. En el león reposando, la
“memoria” de todo lo que pasó desapareció. Lo único que queda es cierto
instinto preparado para reaccionar si hubo algo extraño. Si eso sucede, su
mirada se vuelve atenta. Y si en los matorrales circundantes algo se mueve de
modo sospechoso, su actitud es de vigilancia, pero pasa de la inercia a la
vigilancia con naturalidad. Estando todo inerte, si algo extraño o apetitoso se
mueve en medio de la selva, él mira aquello y en cierto momento se moviliza
enteramente, pero aún no se mueve. En un tercer momento, salta sobre la presa.
No se atrasa ni tiene pereza de hacer eso. No había perdido la distancia
psíquica en el reposo, como si dijese “yo ahora no me voy a levantar, voy a
dejar pasar aquella cosa apetitosa”. ¡No! Es apetitoso, y para eso él es un
león. Salta, luego termina de triturar al gato montés o lo que sea que haya
cazado, y vuelve a descansar. Es una imagen de la serenidad pensativa,
reflexiva, sin fatiga.
Otro ejemplo de
distancia psíquica se dio con Clemenceau al final de la Primera Guerra Mundial,
cuando llegó la noticia a París de que se había firmado el armisticio con los
alemanes y un militar fue a darle la noticia. El presidente del Consejo de
ministros, considerado uno de los principales artífices de la victoria, vivía
en una casa rodeada de un pequeño jardín. Al amanecer el oficial entró en su
habitación y le contó la victoria. Él comentó el acontecimiento y quedó muy
satisfecho. Luego se arregló y poco después estaba haciendo lo que hacía todas
las mañanas: cuidar las flores en su jardín. Solo después de eso fue al
Ministerio. Sabía que el día sería un día glorioso
para él, y de hecho fue aplaudido por la multitud. Fue el gran día de su vida,
pero como la ciudad todavía estaba dormida se ocupó tranquilamente del jardín.
Su notable distancia psíquica indica un enorme autocontrol, y como tal, es
interesante.
