MODA –
11/11/2025
En Francia, una
comisión de estudios llegó a la conclusión de que la droga penetra al comienzo
en los círculos sociales refinados y en los medios artísticos. En una segunda
etapa, alcanza a los medios universitarios y estudiantiles. Por fin, y más o
menos simultáneamente, alcanza a todos los otros ambientes, inclusive a los
obreros.
El itinerario
de la moda es idéntico al de la droga. Esto se explica fácilmente. La moda y la
droga son procesos de descomposición. Ambos atacan la parte más frágil del
organismo social, que es la más propensa a la extravagancia, a las sensaciones
violentas o súper delicadas, a la evasión de la lógica, del sentido común y de
la realidad.
Como es
natural, la atención de la mayor parte de la población se vuelve hacia los que
representan el prestigio de la posición social, de la fortuna, de la
inteligencia, o de la juventud. Son los imitadores afectados de las élites que
contagian la moda. Al comienzo, la tarea no es tan complicada. Se sabe en qué
ambientes, en qué lugares de diversión, o en qué comercios encontrar esas
personas. Pero la tarea difícil es la que viene después. ¿Cómo hacer participar
en la moda a los espíritus objetivos, sensatos, sanos, que constituyen la gran
mayoría de la población? No faltan medios de comunicación que hacen creer a la
multitud que esos imitadores forman, no minorías exóticas y aisladas, sino la
mayoría prestigiosa y dinámica de los respectivos ambientes. El vanguardista
encuentra rápidamente algunos congéneres que, para atraer la atención sobre sí
mismos, también comienzan a jactarse de esa moda. A partir de ahí, las chispas
se propagan rápidamente de las élites a sus imitadores. A veces, la marcha del
contagio es inversa. Son los imitadores de las élites que les contagian a
ellas. El mal ejemplo arrastra fácilmente a las multitudes. De ese modo se
propagan por el cuerpo social, como metástasis.
Corruptio
optimi pessima. Nada
mejor que las buenas élites. Por eso, nada peor que las élites sofisticadas,
deterioradas, divorciadas de la realidad y sin noción del deber. Para ellas
todo es objeto de exhibición y juego: las ideas, la moral y las tradiciones. En
el centro de ese juego está la competición de las vanidades. Mientras consiguen
lucirse, están contentos. Es la triste carrera rumbo al disparate total. Cada
uno en su género, la moda y la droga, son disparates totales.
Por más
innovadora que se diga la juventud, muchas cosas que existen o que ocurren en
ella son reflejo de las generaciones que las antecedieron. Entre los jóvenes
universitarios también existen los imitadores de la moda y de la cultura.
Viendo lo que ocurre con sus congéneres mayores, en ellos también comienza a
crepitar el incendio de la moda. Téngase en cuenta el poder de la moda y la fascinación que
ejerce la extravagancia. Lo que decimos de los imitadores como vehículo de
expansión de la moda, puede aplicarse a todos los tipos de degradación moral
que sufre la sociedad.
