REDENTORA –
14/11/2025
La princesa
imperial Isabel de Borbón Dos Sicilias y Braganza era hija del emperador Don
Pedro II y la emperatriz Teresa. Nació en una época muy tranquila y próspera de
Brasil en el Palacio de San Cristóbal de Rio de Janeiro. Es bisabuela del
actual jefe de la Casa Imperial brasileña, el príncipe Don Beltrán de Orleans y
Braganza.
El 13 de mayo
de 1888 la princesa regente sancionó la ley conocida como Ley Áurea, que abolió
la esclavitud en todo el país siguiendo la inspiración y enseñanzas de la Santa
Iglesia Católica.
Con este motivo
el Papa León XIII quiso dar un testimonio de su paternal admiración a la noble
princesa que firmó el decreto, y de aplauso al pueblo que tan bien lo recibió.
De ahí el envío del Pontífice a Isabel de la Rosa de Oro, que es el testimonio
más alto de aprecio que el Papa da a los miembros de las Casas reinantes.
Las calles y
plazas de Rio de Janeiro lo celebraron con grandes conmemoraciones que muestran
la enorme alegría, no solo de los esclavos liberados, sino de la opinión
pública en general de tal manera que se aclamó a la princesa como la redentora
y quisieron erigir en homenaje una gran estatua suya en lo alto del Corcovado.
Cuando Isabel conoció el proyecto lo rechazó categóricamente sugiriendo que en
ese lugar lo que se debería levantar es un gran monumento con la imagen de
Nuestro Señor Jesucristo, ya que Él fue el verdadero Redentor de los hombres. Y
ese es el origen del famoso Cristo Redentor que domina la maravillosa bahía de
la ciudad.
El emperador
Don Pedro recibió la noticia de que la esclavitud había sido definitivamente
abolida con gran satisfacción en Milán, donde se encontraba por motivos de
salud, a pesar de que sabía que esa emancipación podría dar un pretexto a los
ateos y republicanos para conspirar contra el trono. Y fue lo que realmente
ocurrió con el golpe republicano del 15 de noviembre de 1889.
Al día
siguiente del golpe la princesa Isabel declaró: Si la abolición es la causa de
esto, yo no me arrepiento, y creo que vale la pena perder el trono por eso. Y
cuando le informaron del destierro de la familia imperial, reafirmó: Mil tronos
que yo tuviese, mil tronos que sacrificaría para liberar a los esclavos de
Brasil. Afirmación que se hacía eco del pensamiento de su padre cuando dijo:
Prefiero perder la corona a tolerar la continuación del tráfico de esclavos.
El 14 de
noviembre de 1921 la bondadosa princesa fallecía en Francia a los 75 años
habiendo escrito en su testamento: Quiero morir en la Religión Católica,
Apostólica, Romana.
La república
fue proclamada y el trono derrumbado, pero no la leyenda áurea del inmenso bien
que la monarquía hizo a Brasil.
