DAVID –
25/02/2025
La Biblia narra
que los filisteos reunieron sus ejércitos para la guerra, concentrando sus
fuerzas en un pueblo de Judá. Por su parte, el rey Saúl y los israelitas se
reunieron también y ordenaron sus filas para la batalla contra los filisteos
quedando sus posiciones en montes opuestos.
Un famoso
guerrero, salió del campamento filisteo. Su nombre era Goliat, y tenía una
estatura de casi tres metros. Llevaba en la cabeza un casco de bronce, y su
coraza, que pesaba cincuenta y cinco kilos, también era de bronce, como lo eran
las polainas que le protegían las piernas y la jabalina que llevaba al hombro.
Su lanza tenía una punta de hierro que pesaba seis kilos.
Goliat se
detuvo ante los soldados israelitas, y les desafió: ¿Por qué no escogen a
alguien que se me enfrente? Si es capaz de hacerme frente y matarme, nosotros
les serviremos a ustedes, pero si yo lo venzo y lo mato, ustedes serán nuestros
esclavos y nos servirán. ¡Yo desafío hoy al ejército de Israel! ¡Elijan a un
hombre que pelee conmigo! Al oír esto, Saúl y todos los israelitas se
consternaron y tuvieron mucho miedo.
David que vivía
en Belén de Judá solía ir donde estaba Saúl. Un día llegó al campamento en el
momento en que Goliat salió para repetir su desafío, y David lo oyó. Entonces
le dijo a Saúl: ¡Nadie tiene por qué desanimarse a causa de este filisteo! Yo
mismo iré a pelear contra él. Cuando un león o un oso viene y se lleva una
oveja del rebaño, yo lo persigo y lo golpeo hasta que suelta la presa. El
Señor, que me libró de las garras del león y del oso, también me librará del
poder de ese filisteo.
De modo que
tomó su bastón, fue al río a escoger cinco piedras lisas, y las metió en su
bolsa de pastor. Luego, honda en mano, se acercó al filisteo. Éste le echó una
mirada y, al darse cuenta de que era apenas un muchacho, con desprecio le dijo:
¿Soy acaso un perro para que vengas a atacarme con palos? Y maldiciendo en
nombre de sus dioses, añadió: ¡Ven acá, que les voy a echar tu carne a las aves
del cielo y a las fieras del campo!
David le
contestó: Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti
en el nombre del Señor todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a
quien has desafiado. Él te entregará en mis manos, te mataré y te cortaré la
cabeza. Echaré los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a las
fieras del campo, y todo el mundo sabrá que hay un Dios en Israel. Todos los
que están aquí reconocerán que el Señor salva sin necesidad de espada ni de
lanza.
En cuanto el
filisteo avanzó para acercarse a David y enfrentarse con él, también éste
corrió rápidamente hacia la línea de batalla para hacerle frente. Metiendo la
mano en su bolsa sacó una piedra, y con la honda se la lanzó al filisteo,
hiriéndolo en la frente. Con la piedra incrustada entre ceja y ceja, el
filisteo cayó de bruces al suelo. Así fue como David triunfó sobre el filisteo:
lo hirió de muerte con una honda y una piedra. Luego le quitó la espada y le
cortó la cabeza.
Cuando los
filisteos vieron que su héroe había muerto, salieron corriendo. Entonces los
soldados de Israel, dando gritos de guerra, se lanzaron contra ellos y les
persiguieron. Todo el camino quedó regado de cadáveres de filisteos.