BOSCO – 31/01/2025
En la foto el gran San Juan Bosco, fundador de la
Congregación Salesiana. Se nota la expresión eminentemente sacerdotal, pero de
un hombre del pueblo. Nadie imaginaría que hubiese nacido en un alto estrato
social. Es un campesino que se hizo sacerdote, y para él esto era una gloria. No
obstante, tiene algo de verdadera majestad.
Analicemos su fisonomía: el pelo medio revuelto, con un
mechón que cae un tanto sobre la frente, y una sonrisa imponderable que le da
una cierta elevación y dignidad. Las orejas son grandes, lo que aumenta aún más
la impresión larga del rostro, al igual que la nariz, que sin ser nada deforme,
es bastante pronunciada.
Los ojos revelan a una persona que es consciente de que su
extensión facial es sólo el símbolo de la grandeza de su propia alma. Y hay
algo de resuelto y de triunfal, de alguien que está triunfando sobre todo tipo
de obstáculos. Está encantado y su felicidad consiste en eso.
No está pensando en sí mismo, sino en la fuerza de María
Auxiliadora, su gran protectora, que le ayudaba en las victorias. Contempla la
gloria de Aquella que, en su persona, vencía. Está considerando entusiasmado la
victoria de Nuestra Señora.
Cabeza de porte alto, parece percibir todo bajo esas
victorias. Este es el nobilísimo San Juan Bosco.
A pesar del mucho trabajo, la fundación de las dos
congregaciones religiosas, masculina y femenina, la construcción de templos,
fundación de numerosos patronatos y la preparación de lejanas misiones,
consagraba buena parte de sus días y de sus noches a escribir. Con la pluma,
así como con la palabra, sabía servir a la Iglesia, combatir el error y reconfortar
las almas.
Se habla mucho de las obras católicas y es necesario
hacerlas. Pero se habla poco de escribir libros católicos. ¿Porqué? Porque se
da más importancia a lo económico que a lo espiritual, y el libro es más para
lo espiritual, mientras que las obras son más para lo económico. No hay hombre
que haya comprendido mejor la necesidad de las obras católicas que Don Bosco.
No obstante, cuando se va a examinar él fue más escritor que hombre de obras.
Es la prueba de que, en el pensamiento de ese inmenso paladín de la Iglesia, la
acción intelectual valía más que la acción asistencial.
Hombre de su tiempo, observó la importancia de este nuevo
gigante moderno que es la prensa. Su pluma actuó durante 45 años, produciendo
obras de acuerdo con las necesidades de su época. El protestantismo lanzaba
rudos asaltos a la Iglesia en el norte de Italia. A la propaganda protestante de
folletos opuso las lecturas católicas. En 1883 respondió a la masiva propaganda
protestante con el primer almanaque católico de Europa. Ahí se ve su sentido de
la actualidad. No era un hombre que vivía en las nubes. Los santos no viven en
las nubes. Es cierta hagiografía que nos presenta los santos como si hubiesen
sido así. En realidad, Don Bosco era un hombre que conocía los problemas y
combatía los enemigos de su tiempo, como a los protestantes, con una intensa
acción en sentido contrario.