El Coro de niños cantores de Viena es
uno de los más conocidos del mundo especialmente por sus canciones navideñas.
Son seleccionados principalmente en Austria, pero también provienen de otras
naciones. Lo creó el Emperador Maximiliano I en 1498 con la finalidad de
proporcionar acompañamiento musical a la Misa en la corte. Allí recibían una
sólida educación musical, lo que tenía un gran impacto en el resto de sus
vidas, haciendo que muchos de ellos fueran después compositores, como Franz
Schubert, o directores de orquesta. Desde 1948 el Palacio Augarten ha sido su
local de ensayos e internado. Es una escuela coral en la que, además de la
enseñanza musical, cursan los estudios de segunda enseñanza, o aprenden un oficio.
El Palacio reúne todas las condiciones de un colegio moderno y el número de
aspirantes a ingresar es enorme, pero se exigen unas condiciones físicas,
intelectuales y vocales, ya que los considerables gastos de la escuela han de
sufragarse con los conciertos que los muchachos dan en Austria y en el
extranjero. Es una organización privada, no lucrativa. Hay aproximadamente 100
coristas de 10 a 15 años que dan unas 300 representaciones anuales, a la que
asisten medio millón de espectadores.
En las diversas naciones, los cánticos
de Navidad varían de acuerdo con la índole nacional, pero en todos están
presentes las mismas características propias de la Santa Noche por las que
siendo muy diferentes unas de las otras en todas se manifiestan los mismos
sentimientos despertados por la Sagrada Familia en la gruta de Belén. Uno de
esos sentimientos es el de la inocencia. Los diversos pueblos supieron componer
verdaderos himnos de entusiasmo a la inocencia del Niño Jesús, que repercuten
bajo forma de acordes con la inocencia de cada uno al glorificarle. El
entusiasmo que cada pueblo manifiesta por la inocencia del Divino Infante
refleja un elemento de inocencia que hay en nosotros. Si no tuviésemos ninguna
inocencia no nos interesaríamos por Él. Hay quien no se interesa por Él, o
aparenta interés por pura formalidad. Como hay en nosotros una inocencia, nos
interesamos y cantamos la inocencia que hay en Él. También el sentimiento de
ternura, por el hecho de ser tan frágil y pequeño y al mismo tiempo Dios. Una
especie de ternura, de compasión, pues es el Hombre Dios, tan grande, sin
embargo, contenido en aquel Niñito. De ahí viene el deseo de protegerle contra
cualquier circunstancia adversa. Por eso algunos villancicos sugieren una nota
de defensa del Niño Dios.
Esas canciones de los diferentes países
muestran cierta analogía con el sol, cuya luz tiene el mismo color, no
obstante, cuando atraviesa un vitral, sus rayos toman coloridos diferentes,
pero armónicos. La luz del sol que incide sobre el vitral proyecta bellezas
como las de piedras preciosas. De la misma manera, el Divino Niño es un sol,
pero cuando lo canta el alma anglosajona se nota cierto tipo de belleza, cuando
lo hace el alma germana otro tipo de belleza, y con el alma latina surgen
otras. Incluso las rusas, muy bonitas, pero de bellezas diferentes. Todos esos
cánticos forman como que un vitral del Niño Jesús.