EXPERIENCIA


 

EXPERIENCIA – 03/07/2024

James Wilburn Chauncey, nacido en la estadounidense ciudad de Fayetteville, a la edad de 7 años tuvo una experiencia cercana a la muerte en el verano de 1946.

En el hospital de niños fue puesto en cuarentena e hicieron lo posible, pero pronto pensaron que iba a morir de meningitis. Finalmente, su respiración se detuvo, un médico firmó el certificado de defunción y ordenó preparar la cremación de su cuerpo a fin de evitar el contagio. Su rostro fue cubierto por una sábana.

“De repente, me encontré fuera de mi cuerpo y pude ver al personal sanitario trabajando en mí. Fue increíble, yo podía ver y oír todo lo que decían. Mis padres se pusieron batas y máscaras para entrar en la habitación. Al ver la tristeza de ellos comencé a gritar: ¡Estoy aquí!, pero no me podían oír. Me acerqué para abrazar a mi madre, pero mis brazos pasaron a través de ella. Yo estaba gritando y llorando cuando mis padres se inclinaron sobre mi cuerpo para darme un beso de despedida. Sentía mi alma, dejando mi cuerpo.

Dos ángeles me cogieron del brazo y fuimos, a través de la pared, en aire fresco de la noche hacia el Paraíso. Yo podía ver la luz delante. Todo a mi alrededor era oscuridad y las estrellas. Un ángel me dijo que me aferrara a él sin soltarle, viera lo que viera, y comencé a ver seres extraños y terribles nunca vistos. Trataban de agarrarme y gritaban que podría tener todo lo que quisiera si fuera con ellos. Los ángeles lucharon contra los demonios antes de dejarme en el Paraíso. Allí me encontré con mi fallecido hermano Ralph, así como con otros dos hermanos que murieron cuando eran bebés. Ya me sentía cautivado por las maravillas del Paraíso, pero los ángeles me explicaron que se me pedirá regresar a la Tierra. El arcángel Gabriel me dijo que Jesús quería prolongar mis años en la Tierra y mostrarme un poco el futuro del mundo. Vislumbré a Jesús, y no coincide con el delicado rostro con que es frecuentemente representado en las pinturas.

Otra vez con una escolta de ángeles fui a la Tierra y volví a entrar en mi cuerpo, que todavía estaba en la habitación del hospital a la espera de la cremación. Por la mañana temprano vi la imagen de una mujer entrando en la sala y viniendo hacia mí para curarme de las secuelas de la meningitis. No encendió las luces, pero podía verla porque el resplandor de las luces del pasillo iluminaba parcialmente la habitación. No pude quitar mis ojos de Ella mientras se acercó a mi cama y quitó la sábana de mi cara. Era la Mujer más hermosa que he visto, tenía algo impresionante. Era como si toda mi vida la hubiera conocido y acababa de encontrarla. Su piel brillaba con un tono dorado, tenía el pelo negro, su voz era suave y musical. Me dijo que no tuviera miedo. Cuando le pregunté quién era, dijo que su nombre era María y que su Hijo le envió, para cuidar de él y de los otros niños. Me frotó suavemente la cara y me pasó los dedos por el pelo cuando me explicó que toda la enfermedad se había retirado de mi cuerpo. Puso la sábana por encima de mi cara, y dijo: Duerme, ellas vendrán pronto, refiriéndose a las enfermeras.

Después una limpiadora se dirigió lentamente al lado de la cama solitaria y levantó la sábana de mi cara mientras con una gran sonrisa le dije: ¡Hola!”.

(Mañana continuará)