MARGARITA –
17/10/2025
La fiesta de
santa Margarita María Alacoque trae a la memoria un hecho antiguo que no carece
de interés en nuestros días.
Cuando vivía en
Francia la humilde visitandina a la que el Sagrado Corazón de Jesús hacía tan
dulces confidencias reinaba Luis XIV, cuya admiración universal consagraba con
el título de Rey Sol.
En una
revelación, el Divino Redentor le mandó decir al rey que se consagrara a sí
mismo y al reino al Sagrado Corazón. La comunicación se hizo en tono
imperativo, y dejaba ver claramente que el rechazo del monarca le acarrearía a
él y a Francia los más severos sufrimientos.
Evidentemente,
el Señor no quería de Luis XIV apenas una consagración proforma, sino una
consagración real, que implicase la renuncia a todos los pecados y todos los
errores del rey.
Por medio de
una persona de la nobleza, con quien tenía relación, santa Margarita le hizo
llegar el mensaje a Luis XIV, el cual, sin embargo, no le dio importancia, y la
consagración no fue realizada.
Rechazada así
esa providencial fuente de gracias, el reino fue decayendo cada vez más por los
abismos de la impiedad y el libertinaje, hasta que el desbordamiento de estos
males, es decir, la Revolución Francesa, vino a arrojar por tierra el trono de
los Borbones cuando se cumplían 100 años del mandato del Corazón de Jesús y
prendió por el mundo entero la antorcha diabólica e incendiaria del espíritu de
rebeldía.
Sin embargo, no
se sabe si el recuerdo del mensaje de santa Margarita perduró en la familia
Borbón, o si el hecho que vamos a narrar se debió a un mero movimiento de
piedad espontánea de Luis XVI. El caso es que, entre los papeles del rey,
hallados en su miserable prisión del Temple, se encontró una nota en la que el
desdichado soberano prometía a Dios que se consagraría a sí mismo, y a toda
Francia, solemnemente, al Corazón de Jesús, lo cual él hizo en privado en la
cárcel. Así esperaba que Nuestro Señor arrancara a Francia de los horrores de
la Revolución. El piadoso y desafortunado monarca hizo, pues, en la cárcel, el
acto de piedad que su poderoso predecesor se había negado a realizar en los
esplendores de Versalles. Pero ya había pasado la hora de la misericordia y era
demasiado tarde para detener el curso de la justicia divina.
No obstante,
esa consagración de última hora da más luz al mensaje de la Señora de todos los
Pueblos del 3 de enero de 1946 a la vidente Ida Peerdeman en el que ve alguien
a caballo y con armadura. Cuando pregunta quién es, le responden: Juana de
Arco. Detrás de ella ve surgir una gran catedral. Al preguntar qué iglesia es,
oye dentro de sí: Esa es la catedral de Reims. Entonces aparece un cortejo que
viene hacia la iglesia. Es un cortejo de tiempos antiguos, con alguien a
caballo que lleva un escudo y una espada, a su alrededor hay muchos escuderos.
Oye: Borbón. Siente entonces: Eso es para más adelante.
La catedral de
Reims era, en el Antiguo Régimen, el lugar de la consagración de los monarcas
de Francia. El último rey coronado fue Carlos X en 1825 y actualmente Luis
Alfonso de Borbón es el heredero del trono.