LEÓN XIII – 14/10/2025
La Tercera República francesa llevó al poder gobiernos
masónicos y liberales que expulsaron a los Jesuitas, abolieron la enseñanza
católica en todas las escuelas e introdujeron el divorcio.
A pesar de eso, el Papa León XIII estaba convencido de la
posibilidad de un acuerdo con los políticos republicanos. Para él, la culpa del
anticlericalismo gubernamental era de los monárquicos, que combatían la
República en nombre de su fe católica al igual que los republicanos combatían a
la Iglesia en nombre de su republicanismo revolucionario. Al final del siglo
XIX los católicos eran en su gran mayoría monárquicos principalmente por su
condición de católicos.
El ralliement era la política de conciliación y
entendimiento de la Santa Sede con la República, masónica y laica. El documento
en el que se basaba era la encíclica Au milieu des solicitudes. Esa
desastrosa política implicaba la renuncia al ideal de la civilización cristiana
y a la aceptación de la modernidad revolucionaria. El plan de León XIII era
convencer a los católicos franceses para que cambiasen de actitud ante la
Republica liberal y anticatólica.
Las consecuencias fueron la radicalización del laicismo,
la pérdida del patrimonio de la Iglesia y la inevitable ruptura de relaciones
diplomáticas entre Francia y la Santa Sede.
Aunque su doctrina presenta una continuidad en el
magisterio de su predecesor Pio IX y su sucesor Pio X, su política de
entendimiento fue un grave error de estrategia pastoral. La política
eclesiástica de san Pio X fue totalmente contraria a la de su predecesor y
supone una condena histórica e inapelable al ralliement.
El 13 de octubre de 1884 tuvo una visión horrible.
Después de celebrar la santa misa, mientras consultaba asuntos con algunos cardenales
en su capilla privada, se detuvo al pie del altar y quedó sumido en algo que
sólo él veía. Su rostro tomó una expresión de horror y fue palideciendo. De
repente se incorporó saludando con la mano para retirarse a continuación a su
estudio privado. Los cardenales le siguieron y al preguntarle qué sucedía
respondió: ¡Oh, qué imágenes tan terribles se me han permitido ver y escuchar! Vi demonios, oí sus crujidos, sus blasfemias y sus burlas.
Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que él podía
destruir la Iglesia y llevar todo el mundo al infierno si se le daba
suficiente tiempo. El demonio pidió permiso a Dios para tener un tiempo a fin
de poder influenciar al mundo como nunca antes lo había hecho. También vio aparecer
a San Miguel Arcángel lanzando a Satanás con sus legiones en el abismo del
infierno. A la media hora llamó al secretario de la Congregación de Ritos y le
entregó una oración para enviarla a todos los obispos del mundo con orden de
ser recitada después de cada misa: Arcángel San Miguel, defiéndenos en la
lucha. Se nuestro amparo contra la maldad y acechanzas del demonio. Pedimos
suplicantes que Dios lo mantenga bajo su Imperio, y tú príncipe de la milicia celestial,
arroja al infierno con el poder divino a Satanás y a los demás espíritus
malignos que andan por el mundo tratando de perder las almas. Amén.