CONTEMPLAR – 12/08/2025
Es de noche. Se adivina el silencio absoluto que habita
en la oscuridad que la fotografía registró. El alma en una atmósfera como ésta
se siente convidada a la reflexión. Todas las circunstancias, grandes o
pequeñas, agradables o molestas e incluso dolorosas de la vida cotidiana,
desaparecen. A solas consigo mismo, el hombre puede transcender de todo esto y
penetrar en la región interior del recogimiento, de la reflexión y del estudio.
Es una felicidad austera y serena. En una palabra, es una
felicidad verdadera. En la foto esta felicidad se siente vivamente.
Tres luces destacan. La menos importante es la que
propiamente merece el nombre de luz: la luz de la vela. Su reflejo sobre el
libro constituye la segunda nota clara del gravado. Se tiene la impresión de
que el pensamiento contenido en el texto se hace luminoso. Y la luz de la vela
y el reflejo en el libro iluminan el rostro, haciendo ver en él la luz más
verdadera que es la luz del alma atenta y sutil que lee.
Analícese el rostro inmerso en la lectura: está sereno,
absorto, feliz. Es la felicidad del aislamiento, del recogimiento, la felicidad
de pensar.
El hombre debe poner toda su atención en un orden de
realidades superiores, formando una especie de santuario interior, desde donde
mire a su alrededor de una manera contemplativa.
Los dos puntos clave en la vida del hombre son la
atracción continua por lo sublime y el deseo de eliminar lo horrible.
Si la persona forma su alma en la contemplación, tendrá
una alegría interior en medio de las amarguras de la vida. Contemplando, la
persona modela el alma que tiene algo de luminoso.
Ningún hombre es trivial. Sólo una cosa es banal: no ser
capaz de ver el aspecto trascendente de las cosas. Los católicos se dividen en
dos tipos, los que saben ver la belleza de la fe, que brillan con una luz
especial, y los que permanecen en la banalidad, volviéndose grises e
inexpresivos.
Vivir es contemplar. Hasta que no percibe la dimensión
maravillosa de las cosas, el hombre no vive. Para una persona inteligente,
vivir es sobre todo contemplar. La razón por la que estamos en esta Tierra no
es para comer, ni para vivir mucho tiempo, ni para hacer una gran carrera.
Existimos para contemplar. El resto no es vida. Más bien, se acerca a la
animalidad.