CORPUS –
19/06/2025
Los
protestantes, herejes, negaron y niegan la presencia real de Nuestro Señor
Jesucristo en el Santísimo Sacramento. La Iglesia, si en lugar de tomar una
posición firme, hubiera estudiado el modo de llegar a un acuerdo entre la tesis
católica y la antítesis protestante, se podría haber llegado a confluir en una
tercera posición que no sería enteramente ni la una ni la otra. Ellos ceden un
poco, y nosotros cedemos un poco. De esta manera se podía haber evitado la
ruptura entre protestantes y católicos. Si Satanás pudiese hablar diría lo
mismo.
Los santos, los
teólogos, los Papas que vivieron en aquel tiempo, siguieron una política
totalmente diferente. Y pensaron que la Iglesia católica fue instituida por
Jesucristo para enseñar la verdad. No tiene el derecho de dar una enseñanza
confusa porque la instrucción confusa no es una enseñanza digna de ese nombre.
La enseñanza confusa es indigna. Porque la claridad es la primera de las
cualidades del profesor.
Si quien enseña
no lo hace con claridad intencionadamente, es peor que un incompetente, es un
deshonesto. Porque es un fraude que alguien se presente con la segunda
intención de no dar la verdad entera.
Si la Iglesia
guardara silencio a ese respecto, oyendo los fieles una enseñanza confusa sobre
una verdad indispensable para la salvación, estaría haciendo un fraude a los
fieles y estaría faltando a su misión.
Si la Iglesia
se silenciase respecto de la Eucaristía, haría que los fieles comulguen mal.
¿Quién puede hacer un acto de adoración al Santísimo Sacramento si no tiene
certeza si allí está Nuestro Señor? ¡No es posible! Es decir, la Iglesia para
mantener una unidad pútrida, sacrificaría la vida espiritual de sus fieles.
Los padres del
Concilio de Trento entendieron que era necesario hacer lo contrario. Y en
oposición al protestantismo, acentuar el culto al Santísimo Sacramento.
Instituir una fiesta para la adoración del Santísimo Sacramento. Hacer una
procesión en la que saliera a la calle, adorado por todos, en la que las
multitudes lo adoran rodilla en tierra, reconociendo que, bajo las apariencias
eucarísticas, allí está Jesucristo, e impulsar ese culto de todas las maneras,
llegando a esa plenitud que es la adoración perpetua al Santísimo, instituida
por el beato Pedro Eymard. En el cuadro la procesión del Corpus presidia por
León XII en 1824.
Era la política
de enfrentar, de no conceder, de luchar, de afirmar, de proclamar. Era la
política de la honestidad, de la lealtad, de la integridad, de la coherencia.
De ella vino para la Iglesia el torrente de gracias de la Contrarreforma, una
de las mayores lluvias de gracias recibidas.
Acentuar el
culto a la Sagrada Eucaristía, a Nuestra Señora, la devoción al papado fue la
respuesta de la Iglesia al protestantismo. Una larga respuesta de 300 años.
Tuvimos una serie de afirmaciones e instituciones, desarrollando y afirmando
aquello que el protestantismo negaba. De manera que cuanto más ellos persistían
en su error, tanto más alto íbamos proclamando la verdad. Cuanto más ellos se
dividían, tanto más nuestra unidad se afirmaba.
La fiesta del
Corpus Christi es la fiesta del Santísimo Sacramento, pero además es una gran
lección de combatividad.