HERMENEGILDO – 10/04/2025
San Hermenegildo era hijo del rey
visigodo Leovigildo y heredero, que una vez instruido en la verdadera fe por
San Leandro decidió convertirse, lo que le acarreó la persecución de su padre
bajo la influencia arriana. Fue hecho prisionero y ejecutado el 13 de abril del
año 585 por negarse a recibir la comunión de manos de un obispo herético.
Es un admirable ejemplo para los
católicos de nuestra época que ante el eclipse de la Santa Iglesia son llevados
por un misterioso debilitamiento de la fe a seguir los ritos, los pseudo
sacramentos, “comuniones, bodas, bautizos” y demás orgías de la antiglesia bergogliana.
Después de la ruptura de la Sucesión
Apostólica en el cónclave de 1958 se convocó el conciliábulo de 1962 para
transformar la estructura eclesiástica en una antiglesia al servicio de la
Revolución.
Así es que la abolición de la Santa
Misa y la creación de un nuevo rito próximo a la cena protestante fue uno de los
primeros objetivos. El trabajo corrió a cargo de una comisión de herejes
modernistas y protestantes dirigida por
el masón Bugnini. El cambio fue gradual
y premeditadamente ambiguo para seguir pareciendo católica.
No se trataba apenas de una
cuestión de formas sino de fondo por lo que los cardenales Ottaviani y Bacci
advirtieron de un impresionante distanciamiento de la teología católica y el
secretario para la Congregación de los ritos, Antonelli, la calificó de caótica
y aberrante. Desaparece el sentido sacrificial y propiciatorio, se alteran las
oraciones del ofertorio y del canon, queda en duda la presencia real de Nuestro
Señor en la sagrada eucaristía, se tiende a la concelebración con el pueblo, a
la desacralización. Como decía Lenin, guardad la cáscara, pero vaciarla de
contenido.
El profeta Daniel anunció la
supresión del sacrificio perenne en el tiempo de la abominación en el lugar
santo.
La conclusión inequívoca es que resulta
tan ilícito asistir a esa “misa” modernista como a San
Hermenegildo recibir la comunión de manos de un obispo arriano.
La misma disyuntiva se produjo en
diversas ocasiones a lo largo de la historia, por ejemplo, en los países bajo
dominación protestante como Inglaterra y cuyos católicos decadentes optaron
masivamente por la iglesia anglicana, o con el clero juramentado de la
Revolución Francesa. No era lícito a los ingleses pasarse a la iglesia
anglicana como demostró Santo Tomás Moro prefiriendo antes sufrir la pena
capital que apostatar, ni a los franceses aceptar como válido al clero
juramentado revolucionario, ni tampoco lo es ahora asistir a los ritos de la
actual secta bergogliana.