ESTONIA –
28/09/2024
El buque
Estonia, construido en astilleros alemanes en 1979, tenía 155 metros de eslora
y 60 de alto. Estaba certificado como seguro por la compañía francesa Veritas y
era propiedad de la naviera Estline. Más que un simple navío de pasajeros y
vehículos era un símbolo por ser el primer buque que conectaba Estonia con
Europa occidental después del desmantelamiento de la Unión Soviética.
El 28 de
septiembre de 1994 atravesaba el mar Báltico en medio de un temporal cubriendo
la ruta entre la capital estonia, Tallín, y la sueca, Estocolmo, con 803
pasajeros y 186 tripulantes. Todo transcurría con normalidad hasta que a la 1
de la madrugada se escuchó una fortísima detonación acompañada de dos golpes
fuertes, según varios testigos, a partir de lo cual el barco comenzó a
inclinarse para en tan sólo 26 minutos irse al fondo del mar, como se ve en la
foto. Murieron 852 personas y 137 sobrevivieron. Su hundimiento fue la peor
catástrofe marítima en tiempos de paz desde el Titanic.
Ya a las pocas
horas y antes de cualquier investigación el primer ministro sueco se apresuró a
señalar que la causa había sido un simple fallo en la compuerta de carga. Desde
entonces quedó claro que el Gobierno sueco tenía algo grave que ocultar. Un informe
oficial de una comisión internacional, contradiciendo las grabaciones de
seguridad del propio buque, dio por válida esa absurda teoría 3 años después.
Se cerró así escandalosamente la investigación con una conclusión
insustentable. Suecia, Finlandia y Estonia no solo se negaron a la reflotación
del barco y prohibieron cualquier exploración en la zona, sino que intentaron
sepultarlo con cemento. Casi
todas las películas filmadas de los restos desaparecieron inexplicablemente y
no se quiso tener en consideración los testimonios de los supervivientes. Es
decir, una ocultación grosera de la verdadera causa del naufragio.
Una
investigación en Francia aseguró que no existía ninguna prueba de que el buque
sufriera fallos que llevasen al naufragio.
Resulta que en
2021 un robot submarino con cámara, dirigido por Henrik Evertsson, a pesar de
las prohibiciones, llegó al pecio a tan sólo 83 metros de profundidad
realizando un documental titulado “Estonia, historia de un naufragio”, en el
que se puede apreciar un agujero de 4 metros de alto por 1,2 de ancho en el
casco del navío que no consta en ningún informe anterior. Esto deja en
evidencia la falsedad de la versión oficial. Sin orificios externos de grandes
dimensiones nunca podría haberse hundido a la velocidad que lo hizo, explican
los ingenieros. Cuando llegaron los primeros equipos de rescate, la mole ya
estaba en el fondo del mar. El robot también encontró junto a los restos un
desconocido objeto blanco que tampoco figura en los informes.
La periodista
alemana Jutta Rabe realizó sus propias investigaciones, que dieron lugar a un
libro en el que se presenta al servicio secreto ruso como responsable del
hundimiento.
Treinta años
después del suceso, familiares de las víctimas, supervivientes y la opinión
pública siguen reclamando que las autoridades cuenten la verdad de lo que
realmente sucedió aquella siniestra noche.