PATERNIDAD –
12/08/2025
En la familia,
el padre representa más la Providencia, la vigilancia contra el enemigo
externo, la amplia visión, el espíritu arquitectónico, mientras la madre
representa más el cariño, el afecto, el bienestar del individuo en la situación
creada por el padre.
Sin embargo, la
civilización cristiana engendró un tipo de cortesía en el que la mujer pasa
siempre delante del hombre. Esto se debe a que la mujer es el símbolo de
algunos valores muy elevados, que fácilmente la brutalidad masculina masacra. Y
que, por otro lado, fácilmente deslumbran al hombre. De manera que ella debe
tener una precedencia con relación al hombre, como el individuo coloca ante sí
el símbolo de valores que admira, así como el hombre coloca una bandera delante
de sí.
Aquí hay una
cosa muy delicada. Por ejemplo, la emperatriz María Teresa era una mujer en su
esplendor. Porque ella era enteramente una mujer, pero tenía ciertos lados de
alma varoniles. Era la mujer fuerte del Evangelio. Era más mamá con los hijos
que con las hijas. Ella era madre con los hijos, y era más padre con las hijas.
Lo que por cierto es correcto, porque le competía dar una educación a las hijas
con una cierta firmeza. También, cuando murió Santa Teresa de Jesús, alguien
dijo: murió un gran hombre, la monja Teresa de Jesús.
Un hombre, que
en su esplendor es un gran hombre, tiene algunos rasgos maternos. Sin que la
mujer quede hombruna, lo que es monstruoso, y sin que el hombre quede un
afeminado. El orden creado por Dios es a la vez sumamente rectilíneo y
sumamente en zigzag. Y esas atribuciones como que se intercambian, de manera
que la madre es el padre de las hijas y el padre es madre de las hijas, cada
uno a su modo es padre y madre.
El primogénito
es de algún modo completamente hermano de sus hermanos, es el hermano por
excelencia. Pero por otro lado él es un poco padre. Y la hermana mayor tiene
que ser medio padre de las otras.
La
complementariedad, que es uno de los elementos indispensables para todo el buen
orden, viene de las contingencias, de la incapacidad de alguien ser todo. Ese
proceso de complementación rellena el orden con una realidad y con una
perfección, con una plenitud, que no limita al padre o a la madre tan sólo en
sus características distintivas.
Un extremo
armónico sostiene en el ser al otro extremo también armónico. Porque, por
ejemplo, una canción que tiene una nota aguda supone otra nota del otro
extremo.
En el orden del
universo no todo podría reducirse a una maternidad, porque hay alguna forma
súper excelente de perfección moral inherente a la paternidad y que debería dar
su colorido también al orden del universo.
