ILUMINATIS 2 – 22/12/2025
En la Checoslovaquia de 1945 los tanques del general
Patton habían penetrado hasta Pilzen, a 50 kilómetros de Praga, pero el general
Eisenhower les ordenó que se retiraran. Todo el país fue
abandonado para que lo ocuparan las tropas comunistas. El general Sergei
Bunyachenko, ruso anticomunista, encabezaba 23.000 soldados rusos que no querían
regresar a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y al saber el
repliegue de Patton se retiraron tras él. Pero Eisenhower ordenó que fueran
entregados a la Unión Soviética. Ya se puede imaginar cual fue su destino.
El militar ruso Andréi Vlásov, ex comandante del ejército
soviético había combatido un año contra los alemanes. Luego fue derrotado y una
vez capturado cambió de bando, sin adherir nunca al ideario nazi, dedicándose a
formar unidades rusas de voluntarios obtenidas de la deserción y afiliación de
rusos blancos para luchar contra Stalin, llegando a contar con más de 300.000
efectivos. Al terminar la guerra se presentó al cuartel del general Patton,
comandante del ejército norteamericano, a pedir asilo, donde se gestionaba que
a los rusos anticomunistas no se les obligara a regresar a la Unión Soviética.
Entonces Eisenhower mandó que se lo enviara a su cuartel general, pero en el
camino fue entregado al Comisariado bolchevique. Poco después le decapitaron y
pasearon su cabeza clavada en un palo.
En el territorio alemán no ocupado por los soviéticos había cinco millones de rusos que no querían regresar al “paraíso comunista”. No solo eran prisioneros de guerra, sino familias enteras, madres e hijos. Eisenhower le ordenó al general Alexander Patch, comandante del ejército, que entregara a todos esos rusos al ejército rojo. Al general Patch le pareció aquello tan cruel que le pidió la orden por escrito y el 20 de diciembre de 1945 le escribió: “Todos los ciudadanos soviéticos deben ser repatriados sin preguntar si lo desean, y usando en caso necesario la fuerza”. Efectivamente, en muchos casos, fue necesario usar tanques contra aquellos desventurados que se negaban a regresar a la tiranía comunista.
Otra victima de los Iluminati es el General Patton.
Diez años
tardó el historiador Robert Wilcox en reunir el material necesario para
escribir la biografía del famoso general norteamericano: Target: Patton,
Objetivo: Patton, sobre el complot para asesinarle.
Patton ya había destacado en la Primera
Guerra Mundial y está considerado como el mejor militar de los Estados Unidos
en la Segunda Guerra Mundial.
Su grupo de combate continuó derrotando a las tropas
alemanas y su plan era tomar Praga y Berlín antes que los rusos, así como
ocupar Checoslovaquia y Alemania. Pero recibió la orden de detener la ofensiva,
pues se había pactado en Yalta que la Unión Soviética tenía que conquistar el
centro de Europa. Además, el general en jefe Eisenhower le cedió al británico
Montgomery la gasolina de los carros de combate de Patton para que éste no
avanzase tan rápido.
A partir de ahí, Patton denunció la connivencia entre el
Gobierno de los Estados Unidos y la Unión Soviética y señaló a los rusos como
enemigos irreconciliables. Era partidario de aliarse con los alemanes para
destruir la Unión Soviética. Alarmado por el curso de los acontecimientos
amenazó con renunciar y volver a Estados Unidos para denunciar las infamias
cometidas contra los alemanes ocultadas a la opinión pública norteamericana.
“Tengo un pequeño libro negro y cuando vuelva a los Estados Unidos haré explotar
la bomba”, había dicho el general.
Cuando la guerra terminó aumentó sus críticas a la
ocupación soviética de media Europa, cosa que no se habría logrado sin la
complicidad de los Estados Unidos.
Entonces el general Donovan, jefe de la Oficina de
Servicios Estratégicos, antecesora de la CIA, dio orden al agente Douglas
Bazata de asesinar a Patton simulando un accidente. El propio agente lo contó
antes de morir en 1999 en una entrevista que le hizo el autor del libro en la
que explica cómo se preparó el atentado con un camión del ejército que impactó
contra el Cadillac del general, y cómo al sobrevivir, él mismo le disparó un
proyectil que le rompió el cuello. Dado
que ni con ese tiro murió, debió ser hospitalizado y comenzó allí a recuperarse
por lo que los servicios secretos se encargaron de que fuese envenenado.
Curiosamente cinco informes oficiales del “accidente” han
desaparecido de los archivos gubernamentales. También los testimonios de los
que estuvieron presentes en el lugar de los hechos se han evaporado. Sin
embargo, la causa oficial de la muerte fue un edema pulmonar y un fallo
cardíaco.
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