COSMOVISIÓN –
18/11/2025
La Revolución
es un inmenso proceso de tendencias, doctrinas, de transformaciones políticas,
sociales y económicas, derivado en último análisis, de una deterioración moral
nacida de dos vicios fundamentales, el orgullo y la impureza, que suscitan en
el hombre una incompatibilidad profunda con la doctrina católica.
Efectivamente,
la Iglesia Católica, que nada tiene que ver con la secta que ocupa actualmente
el Vaticano, la doctrina que enseña, el universo que Dios creó y que podemos
conocer tan espléndidamente a través de sus prismas, todo eso excita en el
hombre virtuoso, puro y humilde una profunda admiración. El siente alegría al
considerar la Iglesia y el universo como son.
Pero si una
persona cede en algo a los vicios del orgullo o de la impureza, comienza a
crearse en ella una incompatibilidad con varios aspectos de la Iglesia o del
orden del universo. Esa incompatibilidad puede comenzar, por ejemplo, con una
antipatía con el carácter jerárquico de la Iglesia, después desdoblarse y
alcanzar a la jerarquía de la sociedad temporal, para más tarde manifestarse
con relación al orden jerárquico de la familia. Y así, una persona puede, por
varias formas de igualitarismo, llegar a una posición metafísica de condenación
de toda y cualquier desigualdad, y del carácter jerárquico del universo. Sería
el efecto del orgullo en el campo de la metafísica.
De modo análogo
se puede delinear las consecuencias de la impureza en el pensamiento humano. El
hombre impuro, por regla general, comienza por tender hacia el liberalismo, le
irrita la existencia de un precepto, de un freno, de una ley que circunscriba el
desbordamiento de sus sentidos. Y, con esto, toda ascesis le parece antipática.
De esa antipatía, naturalmente, viene una aversión al propio principio de
autoridad, y así sucesivamente. El anhelo de un mundo anárquico, en el sentido
etimológico de la palabra, sin leyes ni poderes constituidos, y en el cual el
propio Estado no sea sino una inmensa cooperativa, es el punto extremo del
liberalismo generado por la impureza.
Tanto del
orgullo como del liberalismo nace el deseo de igualdad y libertad totales, que
es la médula del comunismo.
A partir del
orgullo y de la impureza se van formando los elementos constitutivos de una
concepción diametralmente opuesta a la obra de Dios. Esa concepción, en su
aspecto final, ya no difiere de la católica solamente en uno u otro punto. A
medida que, a lo largo de las generaciones, esos vicios se van profundizando y
volviendo más acentuados, se va estructurando toda una concepción gnóstica y
revolucionaria del universo.
