PRAGA –
26/08/2025
Tras el fin de
la Segunda Guerra Mundial, la República Popular Checoslovaca no había sido más
que un Estado títere de la Unión Soviética y, como ocurría con todos los países
satélites de la Europa del este, su destino se regía desde el Comité Central
del Partido Comunista en Moscú. No existía pluralismo político ni libertades
individuales y todos aquellos elementos considerados parte de la oposición eran
suprimidos o reprimidos.
Los principios
del marxismo dominan la vida cultural y la educación a través de una férrea
censura. La propiedad privada se prohíbe y la economía planificada del
socialismo real impide el desarrollo de la sociedad civil. El descontento
popular con el régimen comunista es una realidad casi desde el primer momento.
La ruinosa situación económica del país, unida a la corrupción de altos cargos
del régimen, conducen al ascenso de Dubcek en marzo de 1968.
Dubcek promueve
reformas que hoy nos recuerdan a la Perestroika que 20 años después Gorbachov
acometería en la URSS para intentar “salvar los muebles” del régimen comunista.
La Operación
Danubio comienza el 21 de agosto de 1968. Las tropas del Pacto de Varsovia
invaden Checoslovaquia y los tanques soviéticos entran en Praga. A mediodía el
país estaba completamente ocupado poniendo fin a la apertura del régimen
comunista que Dubcek había impulsado bajo la denominación de “socialismo con
rosto humano”. Él y sus ministros fueron detenidos e inmediatamente enviados a
la Unión Soviética.
Espontáneamente
el pueblo checoslovaco, pese a que Dubcek había pedido a sus compatriotas que
no se resistieran, intenta durante 8 días rechazar la invasión. Se convoca una
huelga general, los ciudadanos se colocan ante los tanques bloqueando las
calles y se construyen barricadas. Los praguenses recriminan a las
tripulaciones de los carros de combate que repriman al pueblo y dibujan
esvásticas en sus torretas, cambian los carteles de las calles para confundir a
los soldados, pero desgraciadamente la resistencia pasiva es aplastada.
Dubcek y los
suyos son depurados y se ven obligados a firmar los acuerdos de Moscú que
reconocen la legitimidad de la ocupación soviética de Checoslovaquia, arguyendo
la existencia de una conspiración contrarrevolucionaria. Es el mismo argumento
que usan hoy en Ucrania. La historia se repite una vez más, pero ahora su plan
inicial ha fracasado, y tratan de imponer su plan B quedándose con buena parte
del país, como en Corea.
Husák sucede a
Dubcek y deshace las reformas llevadas a cabo por su predecesor. La represión
comunista durante la invasión costó la vida a 72 personas y causó 702 heridos.
gaceta.es