CORAZÓN –
22/08/2025
Así como no se
conoce realmente a Cristo mientras no se conoce su Corazón, el Corazón de Jesús
es la mejor perspectiva del Salvador, es la clave del enigma de todas sus
misericordias, así también María Santísima sólo será conocida, amada y reinará
plenamente en las almas, cuando íntimamente se conozca su Corazón Inmaculado.
Él es también la mejor perspectiva de María. A la luz de su Corazón se iluminan
las más suaves y deslumbrantes tonalidades de su virginidad sin par, su
incomparable dignidad de Madre de Dios, de Esposa del Espíritu Santo, de Hija
Predilecta del Altísimo, su tierna solicitud de Madre de los hombres, de Reina
de Cielos y Tierra.
Su Corazón es
el imán misterioso que nos arrebata los corazones, lo que llevó a San Bernardo
a denominarla raptrix cordium, arrebatadora de los corazones, en el
cuadro apareciéndosele. Pero si es por el Corazón que Ella nos conquista a
nosotros, es también el arma con que la conquistamos: tocarle en el Corazón es
vencerla. ¡Y, misterio profundo, no es otro el cetro con que María impera junto
al Altísimo! Mostrar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo su Corazón de Hija,
Esposa y Madre es conquistar a Dios, es inclinar a su favor toda la Santísima
Trinidad.
De aquí viene
que todo lo que se afirma de María Santísima en su misión y misericordia con
los individuos, la humanidad y la Iglesia en particular, se debe afirmar con
mayor razón de su Corazón Inmaculado.
Por lo tanto,
no conoce a María quien no conoce su Corazón y quien conoce ese Corazón posee
el mejor conocimiento de María.
No ama a María
quien no ama su Corazón y amar el Corazón de María es amarle del mejor modo que
Ella desea ser amada. Es en su Corazón que está la razón de todas sus bondades
hacia los hombres, es esa la fuerza que nos atrae cuando a Ella acudimos y el
bálsamo que nos conforta cuando le imploramos con la certeza de ser socorridos.
Es porque en el
pecho de María palpitaba un Corazón tan semejante al suyo, que el Corazón de
Jesús a la hora de la muerte en el Calvario nos la dio por Madre: ecce mater
y a Ella nos entregó por hijos: ecce filius tuus. Fue a partir de ese
momento que Ella pasó a ser la Señora de todos los Pueblos.
Con toda razón,
por tanto, en las horas difíciles en que hoy vivimos, todas nuestras esperanzas
de salvación, de triunfos y de paz están colocadas en este Arca de salvación:
el Corazón de María.