GORETTI –
05/07/2025
La italiana
María Goretti nació en 1890 en el seno de una familia humilde. Asistía
semanalmente a la catequesis y cuando recibió la primera comunión hizo firme
propósito de morir antes que pecar. En la foto aparece en la propiedad de los Condes Mazzoleni cerca
de Roma.
Alessandro
Serenelli era un joven de 20 años que trabajaba en la misma finca que tras
intentar inútilmente conquistarla pretendió violarla cuando ella apenas tenía
12 años. Ella se resistió por lo que le asestó 14 puñaladas.
Cuando estaba
en el hospital, el sacerdote que le confesó le preguntó si perdonaba al
asesino, a lo que respondió: Sí, claro que le perdono, le quiero en el Cielo
conmigo. Esta es la bondad católica que en nada se opone a la firme condenación
del error. Ella quería a ese hombre bestial regenerado y en el Cielo. No lo
quería no regenerado, porque entonces sería liberalismo.
Al día
siguiente falleció. Prefirió la muerte antes que ceder. El resultado es que
murió, aún niña, mártir de la pureza.
Fue canonizada
por el Papa Pio XII en 1950 y su memoria exhala hasta hoy un perfume de los más
bellos aspectos de la pureza, que es la pureza y el holocausto, la pureza y el
sacrificio. Morir para conservar la castidad, amar la castidad hasta llegar a
morir por ella, tener una muerte que es la más alta expresión de la pureza de
su propia alma, es exactamente una hermosura moral digna de esta escuela única
de todas las hermosuras morales, perfectas y acabadas, que es la Santa Iglesia
Católica, la cual nada tiene que ver con la secta de los prevostianos que en la
actualidad ocupa ilícitamente el Vaticano.
Serenelli fue
condenado a 30 años de prisión manteniendo una actitud rebelde y problemática.
Después de 6 años tuvo una visión de Marieta, como él la llamaba, en la que
estaba en un bello jardín y le ofreció 14 lirios, uno por cada puñalada que le
dio. Después de esa visión se trasformó en un prisionero ejemplar y tras
cumplir 25 años de condena fue liberado por buena conducta. La visión de la
santa apaciguó su tempestad. Recuerda a Nuestro Señor cuando mandó parar a la
tempestad y los Apóstoles comentaban: ¡Los vientos y los mares le obedecen!
Pasó el resto
de su vida como jardinero y portero de un convento de capuchinos. A los 88
años, antes de morir tranquilamente, recibiendo los santos sacramentos y el
consuelo de los que le rodeaban, reiteró la visión que tuvo y contó que también
se le apareció otra vez prometiéndole el Cielo. Primero los lirios y después el
Cielo. Esto hasta se parece a la muerte de Nuestro Señor cuando dijo al buen
ladrón: hoy estarás conmigo en el Paraíso. Ese criminal vulgar que pusieron
junto a Nuestro Señor se arrepintió y Él le hizo el primer santo canonizado.
Así también María Goretti, desde lo alto de su cruz, de lo alto de su
sufrimiento, de su holocausto, dijo también: yo quiero a este hombre en el
Cielo conmigo. Tal vez ella ni hubiese oído hablar aún de ese último lance de
la Pasión, pero como tenía alma católica, puesta en circunstancias parecidas a
las de Nuestro Señor, apuñalada, que debía conservar en su memoria la fisonomía
horrenda de ese monstruo de la impureza, dice: claro que le perdono y lo quiero
conmigo en el Cielo. El resultado es que le llevó al Cielo. Una maravilla, la
suma intransigencia junto a una completa dulzura. Pasó a ser considerada principalmente
intercesora para conseguir el perdón de los pecados carnales.