ANALOGÍAS

 

ANALOGÍAS – 04/07/2025

La tradición clásica, y más tarde la influencia profunda de la Iglesia, enseñó a los hombres a “ser” mucho más alma que cuerpo, a buscar en las cosas de la materia analogías y enseñanzas supremas sobre el alma y sobre Dios.

De ahí esa admirable consonancia entre el cuerpo y el alma de los grandes pueblos. Así, esos pueblos fueron conducidos, en una inmensa acción conjunta, a interpretar el respectivo cuadro material, encontrando en él mil afinidades con sus propias almas. Afinidades estas que la cultura acentuó y puso de relieve.

Da la impresión de que, dentro de la tormenta contemporánea, la mayoría de los hombres despersonalizados, masificados por la civilización moderna, mecánica y cosmopolita, ya no sabe sentir los significados espirituales y “divinos” de las cosas. Ni percibir los vínculos que los unen entre sí, ni los paisajes en que nacieron.

La interpretación simbólica de los panoramas, de la flora, de la fauna, el saborear u olfatear los productos de la tierra, la audición de sus ruidos o de los cánticos de la naturaleza, todo se reduce para muchos, a los vagos recuerdos de infancia que el progreso aplastó ya en la adolescencia, por medio de la apisonadora del “sentido práctico”.

Estas consideraciones vienen a propósito del fenómeno ocurrido durante la tarde del pasado 29 de junio, festividad de San Pedro y San Pablo, en el que bañistas en varias playas del centro de Portugal fueron testigos de una gigantesca nube que avanzaba sobre el mar, asemejándose a un “tsunami de nubes” como se ve en la foto. La enorme masa de nubes, que se desplazaba de forma horizontal como una ola gigante, fue visible en al menos tres ciudades costeras. El Instituto Portugués del Mar y la Atmósfera emitió un comunicado en el que aclaró que se trata de un tipo de nube muy poco común designada como nube rodillo. Imágenes satelitales de Meteosat permitieron observar la secuencia de estas nubes formándose sobre el mar y avanzando hacia la costa a las 17 horas. La silueta tubular de la nube, sumada a su velocidad, oscureciendo el cielo y levantando el viento a su paso hacía pensar en una gigantesca ola a punto de romper en la orilla. El pánico momentáneo llevó a muchos a buscar refugio.

Se da la circunstancia de que la dibujante de historietas japonesa Ryo Tatsuki a partir de los 9 años comenzó a tener sueños que ella sentía que eran especiales. En un libro titulado “El futuro que vi” compartió estas premoniciones, anunciadas con años de antelación, que algunas ya se habían cumplido como la muerte del cantante Freddie Mercury en 1991, la muerte de la Princesa Diana en 1997, el terremoto de Kobe de 1995, el gran maremoto del 11 de marzo de 2011 en Japón o la epidemia mundial de 2020. Pero hay un último sueño que aún no ha ocurrido y vio que sucederá exactamente en la madrugada de mañana día 5. Soñó que el mar al sur de Japón comenzó a burbujear. Después se oyó el sonido de una explosión y luego silencio mientras la tierra era tragada por completo. Era la señal inconfundible de un volcán submarino a punto de entrar en erupción. En un instante, una columna de agua estalló desde el mar hasta el cielo desatando un tsunami más allá de cualquier cosa que la mente humana pudiera imaginar. Las enormes olas se estrellaban contra la costa arrastrando nubes de polvo, vehículos, edificios y millones de personas. Después de la ola una nueva tierra comenzó a surgir lentamente del agua. Entonces supo con certeza que esta nueva tierra conectaría a Japón, Taiwán, Hong Kong y Filipinas en una sola masa continental.