CONVERSAR –
08/04/2025
En el arte de
conversar los antiguos encontraban una importante razón de su vida con la
convivencia de los espíritus y por eso lo cultivaban con mucho primor. Se diría
que conversar bien es una de las artes más importantes de la vida humana. Ir
por la vida sin hablar, es hacer como un viajero que viajase sin mirar el
panorama.
La primera
regla para aprender a conversar, es comprender que la cosa más interesante de
una conversación, no es el tema que uno está tratando, sino la persona con que
se está conversando. Nuestro interlocutor no desea tanto oírnos tratar de uno u
otro tema, sino que quiere ver si nosotros somos interesantes. Conversando así,
hacemos agradable nuestra convivencia y atractivo el ambiente donde estamos.
La concepción
de la vida que existía antiguamente era que se debía trabajar durante el día,
para por la noche estar sosegado, conversar y tratar de asuntos variados. El
arte de la conversación fue llevado a su apogeo en la Francia del siglo XVIII.
Nunca se conversó tanto, ni se conversó tan bien.
Hoy en día,
simplemente no se sabe qué conversar. O la conversación es una serie de cosas
sórdidas e inmorales o un conjunto de pequeños casos sin importancia. No es
raro que dos o tres estén juntos y en silencio. No se tiene que decir y
entonces se enmudece.
Una
conversación sin dichos agudos, es como una comida sin sal. Puede estar bien
hecha y con buena materia prima, pero no tiene gracia. El buen interlocutor
debe tener el don de la comunicación, que supone un cierto interés por el otro.
No apenas para saber lo que piensa, sino también entender cómo piensa, cómo es
su persona y su mentalidad.
Se encuentra
interés cuando el otro es de una manera determinada y se tiene cierta afinidad
con su forma de ser. Cuando esto se da mutuamente, la conversación sale
espontánea, natural, y puede durar horas.
En una
alternancia agradable entre el silencio y el intercambio de ideas, de
impresiones, de recuerdos, se pasea a través de diversos asuntos, como se puede
pasear por un jardín donde se encuentran flores variadas, animales curiosos,
pájaros multicolores.
Cuando
percibimos que los interlocutores aprecian el tema que estamos tratando, ocurre
un fenómeno semejante a la resonancia de los cristales, que vibran en la misma
frecuencia del cristal que produjo un sonido.
Todavía quedan
quienes aprecian este gran placer de otrora, hoy casi extinguido, o sea, una
buena conversación.