JERÓNIMO
– 30/09/2024
En
la Iglesia católica, San Jerónimo es el representante por excelencia del
espíritu polémico, y en este sentido es un símbolo contra el ecumenismo de la
antiglesia vaticana actual. Sus escritos son tan sencillos, enérgicos e
intransigentes que algunas personas imaginan que un santo no podría escribir
así. Muchos en su tiempo temblaron ante él.
Su
combatividad fue una expresión del celo devorador por la Casa de Dios. Como su
energía estaba inspirada por el amor a Dios, y no por resentimientos
personales, era algo muy santo. Si se ejerce la fuerza debido a resentimientos
personales es completamente diferente.
Esa
santa militancia lo convirtió en una espada viviente de Dios. No se conoce
mayor alabanza que decir de un hombre que es la espada viviente de Dios, que
corta, traspasa, hiere y destruye a sus enemigos. Representa la cúspide del
espíritu polémico y, como tal, es el santo patrón de la lucha
contrarrevolucionaria.
Su
elogio de San Agustín sobre cómo convirtió a los enemigos de la Iglesia en sus
enemigos personales es notable. Es un santo alabando a otro, y por eso se puede
decir que el panegírico refleja la santidad de la Iglesia. Este aspecto
armoniza perfectamente con otro aparentemente contrario que se puede ver en
otras palabras de San Agustín: “Debemos odiar el mal, pero amar a los que
yerran”. Es importante que tengamos una comprensión clara de lo que significa
amar a los que yerran. Es una simplificación liberal y ecuménica decir que, si
uno ataca vigorosamente a los que yerran, les está perjudicando o mostrando una
falta de caridad. Cuando una persona está en grave peligro de caer en un
abismo, lo correcto es gritarle. No sería sensato hablar suavemente. Eso sería
una forma tonta de evitar que el hombre cayera al abismo. La forma correcta de
rescatar a una persona del peligro no es mostrar el lado positivo de su
posición, sino exponer el peligro de su posición y la imprudencia de permanecer
en ella. La gente se mueve más fácilmente por el miedo a las malas
consecuencias que pueden experimentar que por un posible bien que puedan
disfrutar. Se mueve más fácilmente por el miedo al infierno que por el amor al
Cielo. Por lo tanto, para convertir a un hombre, es más caritativo y
conveniente que primero señalemos su error y sus malas consecuencias, y luego
hablemos de la belleza y la bondad de la verdad. San Jerónimo fue un modelo de
esta forma de actuar.
Algunas
almas pueden ser tocadas más por la dulzura que por la severidad, pero esta no
es la regla, es la excepción a la regla. Dios da a su Iglesia santos que tienen
carismas especiales para atraer con amabilidad, como San Francisco de Sales,
que atraía las almas con su dulzura, pero la regla es atacar el mal para
convertir a la persona.
Nuestro
Señor, el modelo divino de santidad, no actuó conciliadoramente cuando debatió
con los fariseos, los llamó generación de víboras, hijos de Satanás, sepulcros
blanqueados, etc. Además, cuando se topó con los cambistas en el templo, se
indignó y usó un látigo para expulsarlos físicamente. Es decir, no solo usó
energía en la polémica contra la gente malvada, sino que también usó la
violencia física para castigar a los profanadores.
Deberíamos
pedir a San Jerónimo que nos ayude en nuestras polémicas contrarrevolucionarias
y a destruir esa mentalidad liberal que abre la puerta al mal.