CAMBIO –
21/11/2024
Luis Carrero
Blanco había sido preparado para continuar con el régimen de Franco, pero la
Revolución vio que ya no era necesario pues España estaba lista para un gradual
cambio de régimen, a lo que el presidente de Gobierno no estaba dispuesto, tal
como él mismo le dijo al príncipe Juan Carlos.
Ha pasado medio
siglo desde su asesinato sin que ninguno de los 8 presidentes del Gobierno, 3
jefes de Estado, 19 ministros del Interior y 20 fiscales generales, hayan
mostrado el más mínimo interés por aclarar cómo fue posible que un grupo
terrorista sin experiencia alguna en explosivos cometiera el espectacular
atentado, pero una docena de investigadores ha demostrado que no se pudo
realizar sin que mucha gente mirara para otro lado.
Dos años antes,
la Policía desarticula un plan para secuestrar a Carrero. El Régimen sabe
entonces que el almirante es una pieza fácil y vulnerable pero no trata de
cambiarle ni uno solo de sus hábitos.
Durante casi
dos años, hasta 30 terroristas se pasean por las zonas más vigiladas de Madrid,
roban armas y documentos, dejan huellas, alquilan 9 pisos y 4 coches, hacen
prácticas de tiro y construyen un túnel a 100 metros de la embajada de Estados
Unidos y a 150 de la casa de Carrero.
El comisario de
Bilbao infiltra a dos confidentes en el grupo terrorista y 7 meses antes envía
a la eficaz Dirección General de Seguridad el nombre, apellido, alias y hábitos
de los 27 jefes de la banda, así como de 41 pistoleros. La información se guarda
en un cajón.
El atentado se
produce horas después de que el secretario de Estado estadounidense, Kissinger,
se entreviste con Carrero y demuestre a Washington que es imposible entenderse
con el destinado a suceder a Franco.
Un alto mando
de la Guardia Civil ordena suspender el registro del piso guarida de la banda
en Madrid. Estaba lleno de huellas y pruebas, incluido el plano de huida. Esta
operación habría permitido por sí sola desarticular el comando y frustrar el
magnicidio.
Horas después
del atentado, alguien vacía el despacho de Carrero Blanco, en la sede de
Presidencia, y se lleva todas sus pertenencias, incluidas sus anotaciones
oficiales. Nunca aparecieron.
El Gobierno
deja escapar al comando. Al mismo tiempo, los servicios secretos franceses
detectan a los autores en el sur de Francia y ofrecen a España llevarlos a la
frontera para ser detenidos. El embajador en París se niega. Diez días después
es ascendido a ministro de Asuntos Exteriores y Franco resume el magnicidio
diciendo: “No hay mal que por bien no venga”.
En lugar de
dimitir o ser cesado, el ministro de la Gobernación y máximo responsable de
proteger a Carrero y evitar el crimen, es ascendido a presidente del Gobierno
para sorpresa de todos.
El ministro del
Movimiento había prometido como fiscal del Estado llegar hasta el final en la
investigación y anunció públicamente que había alguien detrás de los
terroristas. Murió en un accidente de tráfico que, según algunos agentes de
inteligencia, fue provocado por los servicios secretos para que no hablara.
El sumario del
caso con 3.009 folios, el más importante de la historia reciente de España,
permaneció oculto durante décadas. Uno de sus jueces instructores llegó a
denunciar que fue apartado tras decir que la CIA estaba detrás y conocía los
planes de matar a Carrero.
El cúmulo de
evidencias muestra que los terroristas fueron el instrumento de los servicios
secretos para esa operación, como en tantas otras.
Ernesto
Villares es autor del libro titulado “Todos quieren matar a Carrero: la
conspiración dentro del Régimen”.
https://www.larazon.es/espana/doce-piezas-que-encajan-asesinato-carrero-blanco_202312206581f7d5d7b0c3000199f8e4.html