DESCUBRIMIENTO
– 11/10/2025
La fecha del 12
de octubre de 1492 siempre se celebró con júbilo en las tres Américas,
especialmente en Hispanoamérica. Últimamente, sin embargo, corrientes
ideológicas se han opuesto al festejo. Por un lado, la Revolución no perdona a
los descubridores que les hayan quitado a los indios la simplicidad de su
estado primitivo, y los ecologistas se muestran reacios al trabajo de los
europeos sobre la naturaleza virgen.
Según la
Revolución y los ecologistas, consideran que la naturaleza en sus reinos
inferiores, los reinos animal, vegetal y mineral, existe para ser servida por
el hombre, el hombre es en esta vida como el guardián de un museo. Es decir, el
guardián del museo tiene como obligación vivir para la manutención de las obras
de arte que el museo contiene. Y el hombre que con eso presta servicio
manteniendo obras de un valor incalculable, gana por su trabajo una pequeña
cantidad de la cual vive. Así también sería el hombre en el mundo.
La naturaleza
debería desenvolverse espontáneamente. Esa espontaneidad sería una
espontaneidad recta, casi se podría decir, una espontaneidad paradisíaca que
haría con que todo en la naturaleza funcionase bien. El hombre tendría la única
responsabilidad de una cierta vigilancia para impedir que en algunos puntos se
produjese un desorden. Él es el guardián de la naturaleza. Entonces, él tiene
que tocar la naturaleza lo mínimo posible y, en la mayor medida de lo posible,
vivir sólo de lo que la naturaleza le proporciona para vivir modestamente. Y en
un estado que es un estado que se llama primitivo, pero es verdaderamente el
estado salvaje.
Según la
doctrina católica el hombre es el rey de la naturaleza. La naturaleza existe
para el servicio del hombre. Y cuando el hombre está en la posición que le es
debida frente a la naturaleza, la obligación que él tiene es de adaptar toda la
naturaleza a las ventajas del desarrollo del hombre como tal: de su
inteligencia, de su voluntad, de sus aptitudes intelectuales, de su
sensibilidad, etcétera. De manera que se llegue a una perfección moral del
hombre, es decir, la santidad, así como también a la perfección de todos los
otros aspectos de la naturaleza humana.
Si el hombre
hace eso con las virtudes propias de la doctrina católica, lo hará con el
equilibrio que impedirá la destrucción de la naturaleza. Más aún, él
perfeccionará la naturaleza. Pero, perfeccionándola, la perfeccionará también
para su propio servicio.
Por ejemplo, en
la botánica, produciendo por medio de artificios el surgimiento de variedades
botánicas que existen únicamente porque el hombre trabaja la naturaleza,
haciendo aparecer modalidades de rosas que por el juego espontáneo de la
naturaleza no existirían jamás.
En esta
perspectiva se comprende bien que la obra de los descubridores y de los
colonizadores de América haya sido para los partidarios de la Revolución y los
adeptos a la ecología, una obra funesta, nociva. Al contrario, según la
doctrina católica y un inmenso caudal de historiadores fue una obra muy buena.
¿Por qué? Porque el hombre llegó al nuevo mundo y afirmó su poderío sobre la
naturaleza. Hizo progresar todo el género humano con los frutos de América, por
lo tanto, para la recta marcha de la historia hacia las finalidades que Dios
dio al hombre.