ZELENSKY


ZELENSKY – 01/03/2025

La Sagrada Escritura narra las batallas de Judas Macabeo cuando tomó el mando de la guerra en Israel contra los que deseaban destruir al pueblo elegido.

Apolonio, jefe de recaudadores de impuestos al servicio de Antíoco Epífanes, había invadido Jerusalén, matando muchos judíos, y el Templo quedó desolado como un desierto. Ese impío, movilizando cierto número de paganos y un fuerte contingente de Samaria, preparaba un nuevo ataque a Israel. Pero Judas salió a su encuentro, lo derroto y lo mató.

Informado de eso, el jefe del ejército de Siria, Serón, dijo: Voy a volverme famoso y ganar prestigio en el reino, venciendo a Judas y sus compañeros. Y, reuniendo gran número de soldados, partió con el objetivo de derrotar a los israelíes fieles.

Judas Macabeo fue a enfrentarlo, aunque tenía pocos hombres. Al ver la enorme cantidad de enemigos, los guerreros de Judas dijeron: ¿Cómo podremos nosotros, tan pocos, luchar contra tamaña y tan aguerrida multitud? ¡Máxime estando hoy extenuados y en ayuno! Y el heroico Macabeo respondió: No es difícil que muchos caigan en manos de pocos, pues no hace diferencia para el Cielo ganar con pocos o ganar con muchos. La victoria en la guerra no depende del tamaño del ejército, sino de la fuerza que viene del Cielo. Ellos vienen contra nosotros transbordando de insolencia e impiedad. Nosotros, entretanto, luchamos para defender nuestras vidas y nuestras leyes. ¡El propio Señor los aplastará delante de nosotros, no tengáis miedo de ellos! Habiendo terminado de hablar, Judas se lanzó inmediatamente contra los enemigos. Y Serón y su ejército fueron aplastados.

Lisias quedó como regente de Siria y envió a Nicanor y otros dos generales con 47.000 soldados, pretendiendo devastar Israel. Nicanor estaba seguro de la victoria.

Macabeo reunió a sus soldados, que estaban tomados por el miedo, y les dijo: Preparaos y sed valientes ¡Es mejor para nosotros morir en la guerra que quedarnos mirando la desgracia de nuestro pueblo y de nuestro Santuario! Y agregó: Los paganos confían en las armas y en su temeridad, nosotros, sin embargo, confiamos en Dios todopoderoso, que bien puede, con un simple gesto, abatir a los que avanzan contra nosotros e, incluso, derrotar al mundo entero. Además, les recordó los auxilios que el Señor había enviado a sus antepasados, especialmente en el caso de Senaquerib, cuando fueron muertos por un ángel 185.000 asirios que pretendían dominar Israel. Alentados por esas ardientes palabras, los israelíes partieron al combate. Judas enfrentó personalmente a Nicanor, el cual huyó asustado y muchos de sus soldados fueron muertos.