DIPLOMÁTICO


 

DIPLOMÁTICO – 03/03/2025

En contraste con la infamia ocurrida en el despacho oval de la Casa Blanca durante la emboscada tendida al heroico presidente Zelensky por el agente de la KGB Krasnov, alias Trump, y sus secuaces, focalizamos hoy al cardenal Merry del Val que pasó a la historia por ser el secretario de Estado de San Pío X.

Porte varonil, de una fuerza llena de armonía y proporción, en que el vigor del cuerpo es como penetrado y embebido por la presencia fuerte y luminosa de una gran alma. Trazos fisonómicos muy definidos, pero igualmente proporcionados. Llama la atención la mirada profunda, seria, serena, pensativa, grave y suave a la vez. Es una mirada de pensador y de hombre de acción. Pensador que ve las cosas desde lo más alto de las cumbres de la filosofía y de la teología. Hombre de acción que tiene las vistas muy puestas en la realidad, que sabe ver a fondo a las personas, las cosas, los hechos. Una nota de melancolía en la mirada, un algo de firme y enérgico en los labios, la actitud noble y altiva en toda su persona, las manos que parecen hechas para el mando, muestran en este hombre extraordinario un luchador que no tiene ilusiones sobre el mundo, tomó definitivamente posición ante él, y está listo para todos los embates que la vida le presente. Todo aparece iluminado por una sutil expresión y una aristocrática afabilidad que dejan entrever al hidalgo y al diplomático.

Era hijo del Marqués Merry del Val y de la Condesa de Zulueta, en sus venas corría sangre ilustre de España, Inglaterra y Holanda. Consagrándose al servicio de la Iglesia no perdió nada de sus dotes naturales, sino que los elevó. Porque lo propio de la gracia es no destruir la naturaleza, sino elevarla y santificarla. Su sabiduría profunda brotaba de una fe ardiente, de una piedad admirable. Su fuerza era la expresión de un temperamento sobrenatural. Su dignidad era fruto de una alta conciencia del respeto que se debía a sí mismo por tantas razones naturales y principalmente sobrenaturales.

Autor de la famosa letanía de la humildad es una muestra de que la altivez cristiana no es lo contrario de la humildad sino su complemento armónico. En una época en que el viento de vileza comenzaba a soplar, procurando hacer mediocre el sacerdocio, preconizando un tipo de clérigo de apariencia mezquina, vulgarizado, secularizado, de acuerdo a la demagogia reinante, su noble figura se presenta como un admirable modelo de dignidad sobrenatural, que nos hace entender bien la dignidad inefable del sacerdote en la Iglesia de Dios. Dignidad ésta que puede refulgir tanto en un prelado como Rafael Merry del Val como en el más modesto párroco de aldea.

En el corazón verdadera y sobrenaturalmente católico, la más alta dignidad coexiste con la más profunda humildad, imitación de aquel Corazón Sagrado que a la vez es manso, humilde, y de una infinita majestad.