BENTEVEO –
05/11/2025
El canto simple
de este pequeño pájaro de las Américas inspiró su nombre. Puede mantenerse en
la cima de un árbol como si fuera un detective tratando de resolver un
misterio. Da la impresión de no estar buscando algo, pero de repente grita su
victoria: ¡benteveo! Cuando se encuentran en bandadas se multiplican los
gorjeos alegres en voces un tanto inconexas.
En ambos casos,
el benteveo tiene su papel. En el orden del universo creado por Dios,
representa el desbordamiento de la alegría por el simple hecho de existir.
Salta, vuela, se mueve, bate sus alas al sol y luego descansa, alegre por
existir. Cuando parece sosegado él ya previó otras alegrías y sale volando. El
instinto lo lleva a alegrarse y volar proclamando lo que hay de bueno en vivir.
En su gracioso
grito aparentemente inútil presta gran servicio a la Providencia. Recuerda la
virtud de la vigilancia, pues hay que prestar atención en todas las cosas. El
orgullo con que proclama su canto es como si dijera: he ganado algo cuando me
di cuenta de que sería tonto si no lo hubiera visto, por lo que es un grito de
victoria. Recuerda también las virtudes de la prudencia, sagacidad,
desconfianza, como quien advierte: ¡te veo bien! Más aún, recuerda que hay una
mirada divina que se posa sobre cada hombre. Cuando alguien olvida la mirada
divina y se acerca al pecado puede actuar como la voz de la conciencia que da
la advertencia: ¡bien te veo, atención!
Cosas simples
de la vida, corrientes y elementales, muestran el placer cotidiano de la
existencia. Para quien sabe vivir, tiene gran valor ese placer, pues se trata
de un magnífico don de Dios.
En su inocencia
primera, un niño no es más que un bentevito que se alegra por la alegría de
vivir. Para las cosas que le gustan, abre una sonrisa de benteveo y extiende la
mano para atraparlas: una pelota, una chocolatina, un caramelo, un muñequito.
Lo mismo se produce cuando mira la cara afectiva de la madre, la fisonomía
seria y fuerte del padre, o del hermanito tan parecido con él.
El semejante
está satisfecho con el similar, similis
simili gaudet, según enseña Santo Tomás. Un niño que corre alegremente
hacia otro realiza ese principio filosófico. Son dos semejantes que se han
encontrado, por lo que se alegran. Incluso sin ninguna noción de filosofía, así
viven y así se alegran, pues aplican un principio de orden universal a través
del instinto y del afecto. Es la primera etapa de la vida, desahogada,
brillante, tan llena de recuerdos de todo tipo. El benteveo representa la
inocente alegría de vivir.
