EXALTACIÓN – 13/09/2025
En la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz que
celebramos mañana es el caso de considerar que la cruz es el árbol de la
derrota, de la infamia y del dolor. Sin embargo, es el leño de la gloria. Y el
que es aplastado con la cruz, vence. En cambio, quien vence sin la cruz es un
perdedor.
El sufrimiento tiene que ser un bien muy considerable
para que Dios, que ama tanto a su Hijo, le haya dado tanto sufrimiento. Y como
después de a su Hijo, Él ama a la Santísima Virgen más que a cualquier
criatura, quiso darle a Ella el sufrimiento como uno de los regalos más ricos,
compartiendo con Ella todos los sufrimientos de la Pasión, haciéndola así Corredentora
del género humano. El sufrimiento le vino con Jesús, “ese Niño incómodo” como
dice Bossuet, porque Jesús, cuando entra en cualquier lugar, entra con su cruz,
la trae con sus espinas y la distribuye a todos los que la aman.
Seis días antes de la Pasión, desde lo alto del Monte de
los Olivos, Jesús derramó lágrimas sobre Jerusalén y profetizó su ruina. Anunció
solemnemente su reprobación y la terrible catástrofe que, unos 40 años después,
arrasaría la capital judía. Los escribas, cuando oyeron esa profecía, debieron
temblar de miedo. Sin embargo, cegados y endurecidos como demonios, se
irritaron por las amenazas que osaba pronunciar contra la ciudad santa.
En el Calvario, la multitud que afluía de todos lados se
reunía alrededor de la montaña para saborear los últimos tormentos de los
condenados y aplaudir la muerte del Mesías. Estaba a punto de llegar el
mediodía. El momento era solemne como ningún otro en la historia de la
humanidad: la gran tragedia, a la que asistían los ángeles, los hombres y los
demonios, la tragedia del Hombre Dios, llegaba a su punto máximo.
Jesús sufrió todo esto y murió por la salvación de los
hombres. Por nuestra salvación. ¿Qué hacemos para corresponder a este inmenso
beneficio y no pactar con aquellos que crucifican al Hijo de Dios?
En los mensajes de la Señora de todos los Pueblos Ella insiste
en que “la cruz debe ser plantada en el centro del mundo. Todos
tendrán que volver a ella, desde el más grande al más pequeño, tanto el pobre
como el rico. Pero ni siquiera quieren escuchar”.
En la fotografía la cruz de hierro forjado que coronaba
el pico más alto de España, el Teide en la islas Canarias, hasta que en 1990
lamentablemente fue derribada sin que se volviese a colocar. Todo un hecho
simbólico que representa la apostasía actual.