URBANO II –
29/07/2025
Hoy es la
fiesta del bienaventurado Urbano II, Pontífice del año 1088 a 1099, defensor de
la libertad de la Iglesia y continuador de la obra de San Gregorio VII. Convocó
la Primera Cruzada en el Concilio de Clermont, como muestra el cuadro.
Qué bonito
considerar un concilio bajo la presidencia de un Papa, que es el foco de
irradiación de la virtud, colocado como en un candelabro para iluminar a todos
los pueblos enseñando la verdad y el bien, dirigiéndose a las huestes de
Nuestro Señor y de Nuestra Señora para luchar contra el adversario. Este hombre
sentado en la cátedra de San Pedro se llena de celo por la desventura de los
Santos Lugares. No puede tolerar que estén en manos de los infieles, no puede
soportar que sea tan difícil llegar hasta allí teniendo que enfrentar tantos
peligros para prestar culto a Nuestro Señor Jesucristo. Sobre todo, y lo más
importante, es la gloria de Dios ofendida por la posesión de los infieles de un
lugar que la Cristiandad es bastante fuerte para tener y dar allí el verdadero
culto al verdadero Dios.
Entonces, reúne
un concilio en la ciudad francesa de Clermont, donde una multitud inmensa
espera el resultado de la deliberación. El Papa sale, se sienta en un trono,
rodeado de los padres conciliares y ante esa población llena de fe. Cerca de
él, un simple fraile, vestido de la manera más simple posible, pero con una
elocuencia de fuego: Pedro el Ermitaño. Un eremita que sale de su retiro para meterse en el mundo y
decir cosas que solo las almas que aprecian el silencio saben decir. Palabras
de ardor describiendo lo
que vio en Jerusalén, palabras que mueven, que comunican la gracia de Dios, que
los hombres que tienen horror al silencio no saben decir. Él habla, y después
habla el Papa: id, hermanos, id con esperanza al asalto de los enemigos de Dios
que, hace mucho, dominan Siria, Armenia, etcétera. A las palabras del representante
de Cristo los fieles unánimemente respondieron: ¡Dios lo quiere! Qué diferencia
entre las multitudes de aquel tiempo y las multitudes anodinas de nuestra
época. Urbano acrecentó: este grito vuestro no sería unánime si no fuese
inspirado por el Espíritu Santo. Efectivamente, los grandes movimientos de alma
de la Cristiandad no se hacen sin grandes mociones del Espíritu Santo. La
salida de la Cruzada quedó fijada para el 15 de agosto, fiesta de la Asunción
de María.
Hoy día
deberíamos pedir y esperar que, in extremis, un soplo del Espíritu Santo
recorra la Tierra y que sean muchos los hombres que despierten de su letargo
siendo capaces de luchar contra el enemigo ya dispuesto a dar el último golpe.
Nuestra misión es exactamente ser
el punto de detonación, la espoleta de esa gran explosión. Debemos decir las
palabras, tener los gestos, levantar el estandarte que produzca ese efecto en
una hora de aflicción, tal vez para muchos en una hora de desesperación que se
aproxima.