ANUNCIACIÓN –
25/03/2025
El 25 de marzo
de 1345 un enfermo se encontraba moribundo en su casa de la calle Kalverstraat
en Ámsterdam y después de haber recibido la sagrada comunión vomitó la Hostia.
La mujer que le atendía limpió y echó todo al fuego. Al día siguiente por la
mañana, al encender otra vez el fuego, la mujer vio que la Hostia flotaba sobre
las llamas. La cogió, la envolvió en un pañuelo, la puso en un cofre y mandó
llamar a un sacerdote. Sin decir nada a nadie, el sacerdote llevó la Hostia a
la iglesia de San Nicolás que actualmente es la Iglesia Vieja. Pero ante la
sorpresa de todos, al día siguiente la Hostia se encontraba de nuevo en el
cofre. Por segunda vez, el sacerdote vino y se llevó la Hostia a la iglesia. Cuando
al día siguiente, de manera inexplicable, la Hostia estaba por tercera vez en
el cofre, comprendieron que había que dar a conocer el milagro al público. La
Hostia fue nuevamente llevada a la iglesia, pero esta vez en solemne procesión.
Tras una investigación el obispo de Utrecht declaró auténtico el milagro. La
conmemoración pasó a ser fiesta religiosa y municipal celebrándose cada año la
procesión. El enfermo murió y la casa se transformó en una capilla. Entre los
peregrinos que a lo largo de los años acudieron allí está el Emperador
Maximiliano de Austria que fue a pedir su curación y en agradecimiento por la
gracia obtenida concedió a la ciudad tener su corona en el escudo de la ciudad.
Exactamente 600
años después, el 25 de marzo de 1945, se produjo el primero de los 56 mensajes,
a lo largo de 14 años, de la Señora de todos los Pueblos a Ida Peerdeman, en la foto. Ella lo cuenta así: “Era Domingo de
Ramos y la fiesta de la Anunciación. Mis hermanas y yo estábamos sentadas
alrededor de la estufa conversando. Eran tiempos de guerra y fue un invierno de
hambre. El Padre Frehe que se encontraba ese día en Ámsterdam vino a
visitarnos. Estábamos muy entretenidos hablando cuando de repente me sentí
atraída hacia la habitación de al lado y de pronto vi salir una luz. Me levanté
y fui hacia allí. La pared desapareció ante mis ojos y todo lo que allí estaba
había desaparecido. Era un mar de luz y un vacío profundo. De esa profundidad
vi surgir una figura viviente, una silueta femenina. Estaba a mi izquierda,
sobre mí, vestida con un traje largo blanco, con cinturón, realmente femenina.
Tenía los brazos extendidos hacia abajo y las palmas de las manos abiertas.
Mientras la contemplaba tuve una sensación extraordinaria. Pensé: Tiene que ser
la Santísima Virgen, no cabe duda”.
En estos
mensajes María manda explícitamente al Papa Pío XII y a la Iglesia la
proclamación de un nuevo dogma mariano: el de Corredentora, Medianera y
Abogada, como colofón de la doctrina mariana. Llega incluso a decir: “El dogma
deberá ser proclamado antes de 1960”. Cuando esto se haga, promete dar la
verdadera paz al mundo.
Ella fue
constituida Corredentora al principio, ya había sido predestinada. Corredentora
era desde el momento de la Anunciación por voluntad del Padre. El Redentor
recibió de la Señora únicamente la carne y la sangre, o sea, el cuerpo. Del
Señor, el Redentor recibió su divinidad. De ese modo, la Señora se convirtió en
la Corredentora.
Dicta una
sencilla oración y pide que se difunda junto con su imagen.