PURGATORIO –
01/12/2025
Una noche Jesús
pidió a sor Natalia Magdolna que orara por las almas del Purgatorio. Eran las
cuatro y media y quería terminar de escribir su diario, cuando Jesús le dijo:
Hija mía, aunque respeto tu cansancio, quiero pedirte que no te vayas a dormir
hasta que pongas por escrito el estado de sufrimiento de las almas del
Purgatorio. Ahora quiero aliviar a aquellas que durante su vida con frecuencia
me pidieron a Mí y a mi Madre, en la oración, que tuviéramos piedad de ellas en
el momento de su muerte y cuando estuvieran en el lugar del sufrimiento.
Jesús le llevó
entonces a un lugar tan grande que no podía ver el final. Aunque el lugar
estaba oscuro, las almas allí parecían estar calmadas. Había innumerables
almas: llevaban ropa negra y estaban arrimadas unas a otras. Todas parecían
inmóviles, sin palabras y muy tristes. Supo que estas almas no recibían ninguna
ayuda de nadie en la Tierra, ni oración, ni sacrificios. Sabían que la hora de
su liberación no había llegado todavía, pero confiaban en que no se dilataría
mucho.
Después de eso
le llevó a otro lugar similar. Allí las almas tiritaban en sus túnicas negras.
Pero cuando le vieron entrar con Jesús, todas empezaron a agitarse. Tenía su
rosario en la mano para rezar por ellas. Cuando vieron el rosario, todas
empezaron a gritar: “¡Rece por mí, querida hermana, rece por mí!” y trataban de
sobreponer su voz, gritando más fuerte, solicitando sus oraciones, como una
nube de abejas. Aunque todas gritaban a un tiempo, podía distinguir la voz de
cada una. Reconoció a muchas entre ellas, personas a las que conoció cuando
estaban en la Tierra. Vio a algunas religiosas de otras órdenes y también de la
suya. Se espantó cuando una madre superiora se volvió y le pidió humildemente
que rezara por ella. Una religiosa conocida, con las manos juntas y tocando su
rosario, le suplicó: “¡Por mí, por mí!”, mientras un extraño sudor, en el alma
o en el cuerpo, corría sobre ella.
Luego le llevó
a un tercer lugar donde había muchísimas religiosas, paradas y sin movimiento,
mientras un fuerte sudor les recorría. Le suplicaron que les encomendase en el
rosario. En ese lugar había luz. Pensó: “¿Por qué me piden el rezo del
rosario?”. Entonces Jesús le mostró un rosario, en el que en vez de las cuentas
había flores y en cada flor vi brillar una gota de la Sangre de Jesús.
Cuando
recitamos el rosario, las gotas de la Sangre de Jesús caen sobre la persona por
quien lo ofrecemos. Las almas del Purgatorio están implorando continuamente la
Sangre salvadora de Jesús.
La Señora de
todos los Pueblos pasa mucho tiempo en el purgatorio, irradiando sus gracias
consoladoras y salvadoras.
El Purgatorio
es un lugar de purificación, pero también un lugar de felicidad. Las almas que
esperan allí están aguardando el momento de entrar a la felicidad eterna. El
énfasis es más en la felicidad que en el sufrimiento.
