CORAZÓN


 

CORAZÓN – 27/06/2025

La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús es por excelencia la fiesta del amor de Dios. El corazón simboliza el amor, y dando culto al Corazón, celebramos el amor.  

Esta devoción está en la raíz de todos los movimientos contrarrevolucionarios, grandes o pequeños, conocidos o desconocidos, que han surgido desde la época en que Santa Margarita María Alacoque tuvo esta revelación en el siglo XVII. Ella recibió la misión de pedirle al rey Luis XIV de Francia, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, que consagrase la nación al Sagrado Corazón y pusiese el Corazón de Jesús en el escudo de armas francés.

Santa Margarita, a pedido del Señor, le prometió al rey que, si combatía a los enemigos de la Iglesia, el Corazón de Jesús le apoyaría y llevaría su reinado a una gran gloria. Él esperaba que Luis XIV cambiase el curso de su política y se colocase a la cabeza de la Contrarrevolución. De haberlo hecho, tendría un reino de gloria y Francia alcanzaría su verdadero apogeo católico.

Está claro que en caso de que él hubiese tomado esa dirección la devoción al Sagrado Corazón se habría extendido por todo el mundo. Habría habido una buena acogida en Francia a la predicación de San Luis María Grignion de Montfort que también vivió en esa época. Por lo tanto, su predicación se habría extendido por todo el mundo y, con ello, la Revolución Francesa podría haberse evitado.

A través de este pedido al rey, la Revolución, en la forma que tenía en la época, habría sido detenida, y esa forma de maldad que tomó más tarde en la Revolución Francesa no se habría realizado.

Así pues, esta devoción desde su primer momento, desde su primera indicación por parte del Sagrado Corazón, tiene un significado claramente contrarrevolucionario.

Los distintos movimientos contrarrevolucionarios que se alzaron en los siglos XVIII y XIX estaban vinculados al Sagrado Corazón de Jesús, como los contrarrevolucionarios franceses de la Vendée, los Chouans, que llevaban la insignia del Sagrado Corazón como se ve en el cuadro.

Nuestra Señora puede al mismo tiempo ser llamada espejo de justicia y omnipotencia suplicante. El espejo de justicia, porque Dios la amó tanto, que en Ella concentró todas las perfecciones que una criatura puede tener, y por eso mismo en ninguna se refleja tan perfectamente como en Ella. Omnipotencia suplicante, porque no hay gracia que se obtenga sin la Señora de todos los Pueblos, y no hay gracia que no obtenga para nosotros.

Así pues, invocar a Nuestra Señora bajo la advocación del Sagrado Corazón es hacer una síntesis bellísima de todas las demás advocaciones, es recordar el reflejo más puro y bello de la Maternidad Divina.

Pero hay una advocación que es el caso de mencionar especialmente: la de Abogada de los pecadores. Como Ella nos explica en Ámsterdam, es Corredentora, Medianera y Abogada. Nuestro Señor es juez. Y por mayor que sea su misericordia, no puede dejar de ejercer su función de juez. Ella, sin embargo, es Abogada. Y nadie ignora que la función del abogado no es más que defender al reo. Siendo así, decir que Nuestra Señora del Sagrado Corazón es nuestra abogada implica decir que tenemos en el Cielo una Abogada omnipotente, en cuyas manos se encuentra la clave de un océano infinito de misericordia.